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jueves, 6 de diciembre de 2012

RETRATOS

Un relato "fondoarmario" que saqué esta semana para la convocatoria del "Tintero Virtual" de Netwriters.

Me gustó escribirlo y ahora me ha gustado leerlo, qué cosas.





RETRATOS

Como comprenderás, no era solo el retrato del salón, aquella constante presencia suya en nuestra vida, aquel vigilarnos desde el silencio de la pared como si tuviera derecho a hacerlo y a juzgarnos.
Eso hubiera podido tolerarlo, a fin de cuentas, haber estado casada con un Comandante héroe de la guerra de Kosovo es algo que difícilmente puede dejarse a un lado. Pero había otras muchas cosas. Tú tal vez no te dabas cuenta porque estabas acostumbrada a las huellas de sus pasos, al rastro de su aliento en el aire, a la sombra de su cuerpo en los rincones de la casa, pero yo los percibía constantemente. No al principio, cuando la fuerza de la pasión era tan grande que me ponía en los ojos una venda que solo se levantaba para mirarte, pero sí luego, cuando el huracán se había calmado y me concedía algún respiro para mirar más allá de ti.
Por las mañanas, me miraba en el espejo mientras me afeitaba y no veía mi rostro lleno de espuma sino el suyo, manejando la maquinilla y tarareando una marcha militar; cuando me sentaba en el sillón con la simple intención de leer, podía sentir su mirada por encima de mi hombro, leyendo mi libro, tal vez despreciando mis gustos literarios de hombre tranquilo; cuando cargaba el depósito de la cafetera o preparaba unos sándwiches para cenar, notaba su gesto de desagrado al verme hacer una cosa tan poco masculina.
Pero lo peor de todo fue el momento en que empezó a rondarte, a quedarse a tu lado de forma constante, a no separarse de tu lado, de modo que mis abrazos dejaron de ser solo para ti porque de alguna forma le contenían; mis besos alcanzaban también sus labios y mis manos ya no acariciaban solo tu piel sino el recuerdo de la suya. Me costó mucho alejarme de ti, renunciar al contacto de tu cuerpo, pero no tuve más remedio. ¿Cómo hubiera podido hacer el amor contigo en presencia de semejante testigo?
Hasta el día en que, desesperado, me planté frente al retrato, le miré a los ojos, y grité, con toda la fuerza de mi alma agotada:
—¿Qué quieres que haga?
Y entonces pude oír su voz, lenta y grave, dentro de mi cabeza: “Solo tienes una forma de deshacerte de mí”, dijo, y miró hacia el escritorio, hacia ese cajón cerrado con llave en el que yo sabía que guardabas su Beretta.
El resto ya lo sabes. Siento haberte dado el disgusto de encontrarme, desplomado en el sillón del escritorio, la tapicería y la alfombra echadas a perder por culpa de la sangre invasora, la asistenta despavorida porque había oído un ruido que provenía del salón y que parecía un tiro, pero comprende que no tuve otra opción.

Tu Comandante desapareció aquella misma tarde y no he vuelto a verle por aquí. Los primeros meses fueron fáciles, había muchas cosas nuevas que descubrir y no tenía tiempo de aburrirme pero luego he llegado a echarle de menos, me hubiera gustado tener a alguien con quien compartir mis experiencias. Afortunadamente, hoy ha llegado ese arquitecto que empieza a hacerse famoso por sus puentes atirantados y por sus rascacielos de vidrio. Se ha acercado al carro de las bebidas, como si hubiera vivido aquí toda la vida, y se ha servido un generoso trago de Jack Daniel´s Single Barret, ya ves la coincidencia, era mi bebida favorita y la de tu Comandante. Yo me he limitado a espiar sus movimientos y a seguirle hasta el sofá y, cuando tú has llegado, me he sentado entre los dos.

He notado una cierta contrariedad en su gesto, una cierta inquietud, mientras apuraba la bebida. Luego, después de un par de tragos, ha levantado una mirada interrogante hacia la pared y durante unos instantes se ha quedado mirando fijamente mi retrato, ese que tuviste la generosidad de encargar a un prestigioso pintor y de colgar en la pared del fondo del salón, junto al de tu Comandante.

5 comentarios:

  1. Como escribes... madre mía...

    Al leerlo de nuevo me gusta más todavía.

    Un beso grande.

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  2. Tú que me lees con buenos ojos.
    Abrazo enorme, cariño.

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  3. Está visto que no se puede colgar cualquier cosa en el salón, sobre todo los de miradas penetrantes o los de escenas de caza. Digo esto último, por el que tenía una vecina en su salón, no era sangriento, pero sufría de ver como corría la jauría tras el ciervo. Siempre me pregunté qué hacia aquella escena y el juego de porcelana inglesa, en un lugar donde sólo bebían café. Lo siento, tus relatos suelen incitar mis recuerdos.
    Un abrazo.

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    Respuestas
    1. Me encanta que mis relatos te hagan recordar cosas, Rosa preciosa.
      Yo también tengo un vago recuerdo de tapices con escenas de caza de ciervos. Eran inquietantes. Casi más que el retrato del anterior dueño de la casa.
      :-)
      Un abrazo enorme.

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