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lunes, 10 de diciembre de 2012

LOS IRREVERENTES

El primer irreverente se me ocurrió hace... no recuerdo exactamente pero... ¿dos años, tal vez? Contra lo que pueda parecer, no es un acto de protesta ni de rebeldía indignada ni de reivindicación de causas del presente en los textos del pasado. Al contrario, están hechos desde el respeto a los clásicos y a lo que representaron en su día. Pero siempre me ha gustado el juego de "¿Qué hubiera pasado si..."? o "¿Por qué las cosas no podrían ser de otra manera?" En unos casos es, simplemente, un juego, un cambio de perspectiva; en otros, una especie de justicia literaria, una segunda oportunidad para algunos personajes que no tuvieron mucha suerte en el original.

Bueno, dejémonos de teorías. Lo mejor es empezar a verlos.

Ah, una advertencia: el mejor "irreverente" que conozco es la versión de "Hansel y Gretel" que ha escrito mi amiga Esther Requena. Buscadla en su blog, "Papeles de Nunca Jamás".




Imagen tomada de copenhague.ociogo.com


La sirenita

El Rey del Mar era un anciano sireno de barba blanca que tenía un negocio de elaboración y venta de auténticas imitaciones de perlas japonesas. Lo había llamado “Au bon tuntun” porque alguien le había dicho que, en asuntos de joyería, lo francés quedaba muy chic.  El Rey, además, tenía cinco hijas, la menor de las cuales estaba a punto de cumplir quince años.
—El día que llegues a tu mayoría de edad —le dijo el Rey del Mar a su hija pequeña— subirás a la superficie para conocer el mundo de los hombres.
La Sirenita (así la llamaban aunque no se sabe bien por qué, todas sus hermanas también eran sirenas y, sin embargo, tenían nombres normales, claro que haberlas llamado a todas “Sirenita” habría sido un lío enorme porque a ver cómo habrían sabido a cuál de las cinco se dirigían, aunque también habría cabido la posibilidad de ponerles un ordinal en números romanos, como a los Papas, y entonces Sirenita I, Sirenita II, Sirenita III… y así la cosa estaba más clara aunque quedaba un poco monótona)… la Sirenita, decíamos,  dejó de aporrear el teclado del sintetizador, sacudió la cabeza para apartarse el flequillo de los ojos y miró a su padre con gesto de fastidio.
—No pienso —contestó con firmeza—. El mundo de los hombres no me interesa lo más mínimo. Además, papá, te he dicho mil veces que yo quiero ser artista.
El Rey, que tenía pensado que en el futuro su hija se hiciera cargo de la contabilidad de la empresa, no veía con muy buenos ojos sus veleidades musicales.
—Pero, cariño —insistió el monarca—, si apenas sabes tocar —miró al sintetizador como si tuviera lástima de él y añadió:— … y tu voz…, perdona que te diga, suena como la llamada de los leones marinos.
La Sirenita frunció el ceño y, con gesto airado, se quitó uno de los auriculares que llevaba puestos y lo colocó en la oreja de su padre.
—¡Escucha esto!
A través de aquel botón con cable, al Rey del Mar le llegó una voz aguda y trémula que decía algo como “Hey, Mr. Tambourine man...”
—¡Por las barbas de Neptuno! —se sobresaltó el monarca— ¡Suena como un gato al que hubieran pillado el rabo con una puerta!
—Pues que sepas —replicó su hija— que es famoso en el mundo entero y ha vendido millones de discos. ¿Si él puede cantar con esa voz, por qué no puedo cantar yo con la mía?
El Rey no pudo dejar de reconocer que su hija tenía parte de razón pero no quería rendirse sin luchar.
—Cariño, pensando en tu futuro, yo creo que…
—Mi futuro ya está pensado. El grupo está casi completo, solo nos falta un buen batería para empezar a trabajar en serio. En cuanto lo tengamos…
Pero la Sirenita no pudo terminar la frase porque, en aquel momento, una tremenda turbulencia que provenía de la superficie los sacudió y estuvo a punto de dar con ellos en el suelo.
—¡Otro naufragio! —exclamó recolocándose el rulo que se había hecho con una lata de Coca-Cola Light— ¡Qué torpes son estas criaturas humanas, por Tritón! Y quieres que vaya a conocerlas…  Apártate, papá, por tus barbas, que todavía nos cae el barco encima.
El barco tocó fondo unos metros más allá de donde estaban el Rey y la Sirenita. Lo que sí cayó a su lado (bueno, más que caer, aterrizó dando tumbos, despedido milagrosamente de la fuerza centrípeta del torbellino) fue un apuesto pulpo blanco. Tambaleándose un poco, se incorporó sobre cuatro de sus tentáculos mientras con los otros cuatro se recomponía el cuerpo.
—¡Por la pata del Pirata, estos hombres son idiotas! —exclamó enfurecido. Pero de pronto cayó en la cuenta de la presencia del Rey y de su hija y trató de rectificar— Perdón, quise decir…  qué desagradable incidente, ¿no es cierto?
La Sirenita le miraba arrobada. En la vida había visto un pulpo tan guapo, tan elegante y que tuviera tanta gracia al moverse.
—Hijo mío —dijo el Rey del Mar, compasivo, acercándose a él—, ¿qué te ha ocurrido?
—Majestad, lo que ha ocurrido es que yo estaba tan tranquilo en mi roca, ensayando con mi batería…
Al oír la palabra “batería” los ojos de la Sirenita se abrieron como platos soperos.
—¿Tocas la batería? —preguntó con voz temblorosa— ¿Estás diciendo que tocas la batería?

Y así fue como el Pulpo Roquero se integró en el grupo musical de la Sirenita al que decidieron llamar, por tres votos a favor y dos en contra, “Lady Gamba y los Cefalópodos”. Su primer dividí, “Zarzuela de marisco”, tuvo un éxito arrollador y, a partir de ahí, su carrera musical fue en ascenso. Fueron conocidos en los Siete Mares, en los Cinco Océanos, en los Lagos Interiores, en el Mar Muerto (bueno, allí menos porque los organismos  halófilos son más de música clásica), en la Albufera y en el Mar Menor,  y pasaron a la historia como el mejor grupo pop marino de todos los tiempos.
Por su parte, Rey del Mar contrató a un administrador.

4 comentarios:

  1. No sé si lo tengo subido al blog. En cualquier caso empezaba así:
    "Había una vez unos hermanitos alemanes y diabéticos. Se llamaban Hansel y Gretel..."

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  2. .
    Anda, que bien emerger a esta superficie por la Sirenita, tan a juego con las hechuras de cetáceo que estoy echando, Vichoff, cariño.

    Ea, pues ya me he autoinvitado a tu apartamentito virtual.

    Un beso, guapérrima.
    :-*

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  3. ¡Saaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaap! ¡A mis brazoooooooooooooooooos!
    Otro beso para ti, guapetón.

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