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domingo, 9 de diciembre de 2012

UN POCO DE METALITERATURA

Siento debilidad por este relato. Como dice Mari Carmen Azcona, los personajes tienen vida propia. 



Imagen tomada de laboresenred.com

NO LLORES, LILA

Se llama Lila y es un personaje de novela. Hace treinta años, cuando el Autor empezó a escribir, tuvo algunas dudas sobre la conveniencia de crearla de modo que podría decirse que Lila estuvo a punto de no ser. El Autor es uno de esos tipos impulsivos y caóticos, incapaces de poner un poco de disciplina en su vida, que escriben a golpe de corazón o de tripas, lo que equivale a decir que escriben cuando les viene en gana, cuando se lo pide el cuerpo o cuando necesitan echar fuera algo que les atormenta. “La escritura como exorcismo” llaman a eso, aunque alguien podría sospechar que no es más que una vistosa etiqueta bajo la que camuflan su desidia. Hace treinta años, el Autor tenía dentro muchas cosas que necesitaba exorcizar, muchas inquietudes, muchas dudas, mucho desconcierto y un montón de recuerdos que lo atormentaban. El protagonista de la novela tenía que ser, por fuerza, su alter ego pero, cuando ya llevaba escritas varias páginas, pensó que las similitudes entre ambos serían menos evidentes si lo convertía en mujer y, aunque tardó varios días en decidirse, al final dispuso que su protagonista fuera del sexo femenino. Así nació Lila. Morena, inteligente, inquieta y… cargada de cosas que quería olvidar.
Durante varios meses el Autor escribió casi a diario pero, según su costumbre, sin ningún orden. Lila tan pronto se veía aparecer paseando por la playa con el personaje del fotógrafo como peleando con el llamado Carlos por un disco de Leonard Cohen como desayunando con el personaje más excéntrico de todos. El orden temporal era algo que el Autor tampoco tenía en cuenta de modo que Lila no sabía a ciencia cierta si el episodio de la playa era anterior o posterior a la pelea por el disco o si éste precedía al del desayuno, pero eso tampoco la preocupaba demasiado. La novela le estaba gustando y, sobre todo, aunque se trataba de una obra coral en la que se movían varios personajes, a las pocas páginas se notaba que ella era la protagonista.
Lo malo que tiene ser el personaje de un Autor anárquico es que nunca se sabe lo que va a pasar. Sin previo aviso, el Autor guardó la novela inconclusa en el fondo de un cajón y se dedicó a hacer ese tipo de cosas que hace la gente corriente: trabajar, echarse novia, casarse, tener hijos… Seguía escribiendo, desde luego, pero muy de tarde en tarde y no en la novela. Cuando se cumplieron veinticinco años de olvido, Lila empezó a temer que nunca vería en qué acababan sus peripecias y las de sus compañeros de narración.
Lo bueno que tiene ser el personaje de un Autor anárquico es que, del mismo modo que te abandona y no quiere saber nada de ti en un cuarto de siglo, te rescata un buen día y se pone a trabajar con una ilusión que parecía haber perdido. Pero… el Autor ha madurado, ha reflexionado y ha decidido estructurar la novela y, para hacerlo, ha tenido la idea de organizar los capítulos inconexos y desordenados de antaño en torno a las reflexiones del personaje del fotógrafo, lo cual otorga a éste, automáticamente, el papel de protagonista y relega a Lila a un claro segundo puesto.
Le cuesta hacerse a la idea, es cierto, pero también lo es que, en esta nueva versión, el fotógrafo con el que paseaba por la playa está enamorado de ella y, como es lógico, todas sus reflexiones van a tenerla a ella como centro de gravedad. Es un segundo puesto muy destacado, casi se podría decir que es de co-protagonista. Desde luego, está ansiosa por conocer el final y reza para que el Autor no suprima el capítulo que a ella más le gustaba, un capítulo, que era el sueño de otro personaje, en el que aparecían todos, reunidos en la casa de uno de ellos y, mientras algunos hablaban de máquinas y de discos, ella estaba sentada en el centro de la habitación, tejiendo con lana negra y, cuando empezaba a llorar porque se daba cuenta de que lo que estaba tejiendo era una mortaja, Clem, el personaje excéntrico, se acercaba a ella, le ponía una mano en el hombro y le decía con voz muy dulce:
—No llores, Lila, todo es mentira.

5 comentarios:

  1. Ser personaje de Autor marca carácter.

    Buena mezcla de la realidad y la ficción. Del "trato" entre dos desconocidos que acaban siendo cómplices y charlando . Bendita locura y dulzura la que se produce.

    Gracias Fefa, me ha hecho reflexionar.

    Besos y feliz semana.

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  2. ¡Ay este relato, Mari!cómo me gustan los juegos de identidad que te marcas...

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  3. ¿Dónde acaba, dónde comienza lo que será novela? Es un misterio incluso para el autor, que navega entre realidad y ficción.
    Besos y dulces sueños.

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  4. ¡Qué cosa es la memoria! No recordaba haberlo leído, lo cual me ha llevado a una reflexión, ¿no estaré siendo demasiado anárquica con mis personajes y terminarán siendo ellos los que se olviden de mi existencia?.
    Como hace dos años, te sigo deseando dulces sueños.
    Besos y abrazos.

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    Respuestas
    1. No me extrañaría nada, Rosa preciosa. Los autores anárquicos es lo que tenemos, que acabamos aburriendo a nuestros personajes y nos dejan por autores más disciplinados.
      :-)
      Un beso enorme.

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