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sábado, 16 de noviembre de 2013

VERANO INOLVIDABLE Y SU CONSECUENCIA

Ocurrió que alguien propuso escribir sobre el tema "Verano inolvidable". Ocurrió que yo escribí el microrrelato que se lee más abajo en primer lugar. Ocurrió que alguien (y no miro a nadie) lanzó un reto y yo, que me tiro a cualquier charco, lo acepté.




UN TEMA DIFÍCIL

“Verano inolvidable, “Verano inolvidable”…  Menudo tema ha ido a poner. Como si hablar del verano fuera sencillo. ¿Qué pasa, no había otro? Se me ocurren cientos, miles. “El cielo y las estrellas”, por ejemplo.  “Mi segunda piel”, por ejemplo. “Aurora boreal”, por ejemplo. Y si hablamos de “inolvidables” la lista se alarga casi hasta el infinito. “Un viaje inolvidable”, “Una aventura inolvidable”, “Una noche inolvidable”…  Incluso valdría  “Mi reno y yo”, si me apuras.
Tal vez lo ha puesto porque estamos en agosto y, claro, piensa que agosto es igual en todas partes.
¡Pues no, agosto no es igual en todas partes!
“Verano inolvidable”… Uf…

Voy a barrer la entrada del iglú a ver si barriendo se me ocurre algo.





MI RENO Y YO

No sé qué habría sido de mí y de mi negocio si él no hubiera aparecido pero puedo imaginarlo: la mercancía  sin repartir, el buzón lleno de airadas quejas de los destinatarios, defraudados por no haber recibido su pedido… Los proveedores, furiosos, me habrían retirado su confianza y cambiado de distribuidor.
Era la primera vez que el tiempo me jugaba esa mala pasada aunque, en realidad, me extrañó que no hubiera sucedido antes, dadas las fechas: una niebla densa, como ese puré de guisantes que flotaba antaño sobre Londres, que no dejaba ver más allá de un metro.
¿Quién se arriesga a conducir así?
Pero entonces llegó él, Rudolph.
Y con su nariz colorada iluminó el camino delante del trineo.


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