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domingo, 11 de agosto de 2013

SERIE NEGRA (V): SE VENDE

Una nueva entrega, especialmente dedicada a sus seguidores (Pedro P. Andrés, Carmen Fabre, Lydia Cotallo, Cristina Ares...)






UNA VOCE MOLTO FA


Adela se ajustó el pantalón a la cadera, ahuecó las solapas de la chaqueta vaquera y se estiró la camiseta hasta la frontera del ombligo. Dio un último vistazo a su imagen y, satisfecha, salió de su cuarto y bajó las escaleras con el entusiasmo de una adolescente a la que esperara el chico de sus sueños.
Al llegar al hall se detuvo un instante frente al espejo que colgaba sobre la consola para comprobar la simetría del colorete. Fue entonces cuando oyó la voz de su madre.

—¡Adelaida! —Era un grito— ¿Su puede saber dónde vas con esas pintas? ¿No te da vergüenza? ¡Una mujer de cuarenta años vestida como una quinceañera! 

Su madre siempre había sido así: gritona, dominante, meticona. Adela no podía recordarla de otro modo. Miró al techo, suspiró entre aburrida y resignada y con el dedo anular borró una pequeña porción de perfilador que se salía del margen de la comisura.

—¡Adelaida! ¿No pensarás salir a la calle vestida así, verdad?

Dio media vuelta y abrió con decisión la puerta del garaje. La cerró de un portazo y entró en el coche pero incluso hasta allí llegaban los gritos.

—¡Una furcia! ¡Eso es lo que pareces: una furcia! ¡Ningún hombre decente se ha de acercar a ti!

Pulsó el mando a distancia, arrancó y puso la radio a todo volumen pero no fue suficiente: la voz de su madre seguía llegando hasta sus oídos.

—¡Zorra!

Cuando el portón estaba a media altura, avanzó lentamente marcha atrás. Antes de alcanzar la calle detuvo el coche y miró hacia la primera planta de la casa, hacia la ventana de la que provenían los gritos que, por fin,  ya no se oían.

“Menos mal que fuera de la casa no se oyen”, pensó. “Una lástima tanto esfuerzo... al final... voy a tener que venderla...”

Había sido mucho esfuerzo, sí. Primero había hablado con varios vecinos sobre la intención de su madre de irse a pasar una temporada al extranjero, con su hermano. Adela era hija única pero eso los vecinos no lo sabían. Dos días más tarde, mientras su madre se duchaba, la apuñaló al más puro estilo Psicosis. Su madre era menuda y delgada y eso le facilitó la labor. Durante una semana troceó su cadáver con paciencia de cirujano plástico y lo repartió en porciones que fue enterrando, día a día, en diferentes lugares dentro de un radio que llegó a alcanzar cuarenta kilómetros. Limpió escrupulosamente el baño y, durante los dos meses siguientes, se fue deshaciendo de la ropa de su madre a razón de una prenda por día. La noche que sacaba al contenedor la bolsa que contenía el último para de zapatos, oyó su voz por primera vez.

Tendría que vender la casa, sí: su madre no se callaba ni después de muerta.


8 comentarios:

  1. Qué espeluznante. Me ha traído al recuerdo aquellos capítulos de "Historias para no dormir". Tensión psicológica, que es mucho mejor que el gore.

    Gracias por la dedicatoria :)

    Un besazo!

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    1. ¿Espeluznante? Caray, paisano...
      Me encanta que te recuerde a las magistrales "Historias para no dormir". Seguro que algo también se me pegó de ellas.
      Un abrazo.

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  2. Impactante. Yo ya soy fiel seguidora de tu serie negra. ;)
    Un abrazo.

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    1. Espero no defraudarte con las próximas entregas.
      :-)
      Un abrazo muy grande, Cristina, y gracias.

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  3. Me ha sorprendido el desenlace y por imprevisible más atractivo. A Hitchcock, como a mí, le hubiera encantado. Un abrazo.

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    1. Qué maestro HItchcock... Seguro que todas las cosas que pongo aquí le deben algo.
      Gracias, Josep, un abrazo.

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  4. Sigue vistiendo tu caja de negro, por favor. ¡Me encanta!

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    1. Que conste que se me está acabando el fondoarmario...
      Me vais a obligar a escribir algo nuevo, cómo sois.
      :-)
      Un abrazo enorme, cariño.

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