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domingo, 4 de agosto de 2013

SERIE NEGRA IV: FALSA IDENTIDAD

Para Frida y para Carmen Fabre, que gustan de esta serie, el relato que les prometí, el de mi amigo BlackJackk.







EL PROTEGIDO


Salió de la ducha y se miró en el espejo: la frente tersa, el tabique de la nariz completamente recto, los labios carnosos y ni rastro de ojeras. Le sonrió a su reflejo: “Tienes buen aspecto, tío”, le dijo en silencio. “Y también un buen cirujano”, añadió.

Las canas le avejentaban un poco pero, al mismo tiempo, le daban un aire casi intelectual. Con las gafas de pasta y el pelo peinado hacia atrás podía pasar fácilmente por un escritor acomodado que se hubiera retirado unos meses a escribir una novela de espías.

Llamó por teléfono para pedir que le subieran el desayuno a la habitación. Si había algo que le gustaba especialmente de aquella situación era poder tomarse el café en la terraza, mirando aquel mar que asombraba de tan azul y espiando a las turistas que tomaban el sol en la piscina. Y luego fumarse un cigarrillo, el primero de la mañana, el mejor del día, satisfecho y relajado, recordando la vorágine de los meses anteriores y disfrutando el alivio de haberla dejado atrás.

Ya no más viajes al juzgado en coches de cristales tintados, ya no más vivir oculto en pensiones de cuarta categoría o en alojamientos perdidos en el último rincón del mapa, ya no más tipos de pinganillo en la oreja y pistola en el sobaco, ya no más miedo.

Salió a la terraza y se apoyó en la barandilla. Desde aquella altura, todo lo sucedido empezaba a parecerse a un mal sueño: la desaparición de la coca, la implicación de los jefes locales, la persecución implacable del cártel… Le costaría adaptarse a su nueva vida pero, con tiempo, conseguiría olvidar, conseguiría borrar de sus sueños la cara del “Templao” gritándole en los pasillos del juzgado: “¡No te escaparás!”. Con tiempo.

El ropero estaba lleno de prendas veraniegas, ligeras. Escogió un pantalón de lino y una camisa estampada, unas sandalias de cuero. El atuendo típico del turista típico. No le importaba parecerlo mientras estuviera allí.

Al coger la cartera no pudo evitar echarle un vistazo a su pasaporte. Una imagen parecida a la del espejo le miraba con gesto indiferente desde la tercera página. “Te llamas Felipe del Hoyo, tío, no lo olvides, y eres comercial de una empresa de maquinaria agrícola”.

Al encender el móvil apareció una llamada perdida. Era el número de Rosales, su contacto. Seguramente había llamado para darle las instrucciones que, según estaba previsto, serían las últimas. Después, solo quedaría empezar de nuevo. Pero le llamaría más tarde, cuando hubiera desayunado. No pensaba bien con el estómago vacío.

Unos discretos golpes en la puerta anunciaron la llegada de su desayuno. Guardó el pasaporte, se estiró la camisa y preparó una sonrisa cortés para el camarero.

Casi no le vio la cara porque los ojos se le fueron, por pura deformación profesional, a la boquilla del silenciador que asomaba por debajo de la servilleta, pero reconoció la ceja partida del “Templao”, sus ojos saltones, su pelo rojo, su voz de aguardiente cuando dijo:

—Te dije que no te escaparías, cabrón.



8 comentarios:

  1. Guauuuuuuuu, gracias Reina de la N.N.( Novela Negra)

    Besos.

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    1. Como sigas así, MariFabre ("emperaora", "reina de la NN") voy a tener más títulos que la de Alba.
      :-)
      Besos, preciosa, sabes que me encanta gustarte.

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  2. Dile a tu amigo Blackjackk que me ha gustado mucho. ;)

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    1. Se lo diré de tu parte, Cris, seguro que se pone muy contento.
      ;-P
      Un abrazo muy grande, preciosa.

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  3. El final no podía ser otro, paisano.
    Como ves, me manejo bien en los hoteles.
    ;-)
    Abrazo y dos besos de regalo.

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  4. Jo, Fefa, qué lujo leerte, de verdad que sí.
    Llego un poco tarde, ya sabes cómo son las vacaciones, pero te agradezco infinito que te acordaras de cumplir tu promesa ;-)

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  5. Sigue siendo de un gran impacto... Me fascina.

    Besos¡¡

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