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viernes, 28 de enero de 2011

Ostras y champán

Nunca pensé que una cosa escrita en poco más de cinco minutos (bueno, quizás fueron diez... Pocos, en cualquier caso, aunque tal vez llevara más tiempo fraguándose en mi cabeza, tal vez desde que le leí a Cortázar los dos últimos versos) pudiera dar tan buenos resultados. Pero se ve que hay momentos en que las musas son generosas y visitan a las vagas irredentas.





Imagen tomada de www.restaurantes-zaragoza.es


Si hubieran sido viejos amantes
les habría gustado la vieja ceremonia
de jugar a emborracharse
con champán o vino blanco
ayudando a bajar, con esa maestría
que tienen los buenos caldos,
a una docena de ostras.
Pero nunca lo fueron.
(Viejos, iban camino de serlo
pero amantes, nunca)
Por eso aquella noche
que era la primera
y que, por mucho que los dos lo lamentaran,
sería la última,
decidieron jugar
a lo que habrían jugado
si alguna vez hubieran sido
viejos amantes.
Buscaron un discreto restaurante
con mucho tenedor y poca luz,
con manteles de hilo blanco, maître, sommelier
y velas en el centro de la mesa.
Se sentaron, lógicamente, en un rincón
lejos de las miradas indiscretas,
y pidieron
dos docenas de ostras Gillardeau
y una botella de Roederer Cristal.
Chocaron las copas mirándose a los ojos
pero no dijeron nada,
porque no había nada por lo que brindar.
Y cuando él, caballeroso, iba a coger la botella
para llenar las copas de nuevo
ella, detallista, le alargó una ostra.
"No le pongas limón", dijo,
"ya tiene una lágrima".



6 comentarios:

  1. El vello ante lo bello se levanta.

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  2. Ja, te pillé!! Ya no te escapas.
    Recuerdo perfectamente cuándo leí por primera vez este texto. Fue en Gigantes, tras proponer yo misma tema. Ni que decir tiene que me encantó. Un beso.

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  3. Frida, ¿te puedes creer que te leo hoy? Qué desastre de jardinera soy, qué abandonado tengo el huerto.
    Gracias, preciosa, un beso.

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  4. ¿Vaga irredenta, tú? Ya veo a la musa con ganas de echarte limón en la copa.
    Besos.

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