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jueves, 27 de febrero de 2014

CUMPLEAÑOS FELIZ

Seguro que si lo recordáramos estaríamos de acuerdo con él. 






UN DÍA PARA OLVIDAR


Ha sido el peor día de mi vida. Yo estaba tan tranquilo, tan calentito, con el estómago lleno, mirando alrededor y moviendo las manos de vez en cuando, que es algo que me distrae muchísimo y me fascina porque solo tengo que pensar, por ejemplo, “estírate, dedo gordo” y el dedo gordo se levanta y sobresale de los demás y es una gozada ver cómo obedece, bueno, y también los pies, aunque esos dedos aún no los tengo dominados, uno de los pequeños se me resiste y por más que piense no consigo moverlo.

Decía que estaba tan entretenido con mis ejercicios cuando, de pronto, sin avisar, empezaron a empujarme el culo. Protesté, claro, pero ni caso. A los cinco minutos… otro empujón. Y a los cinco minutos… otro. Y cada vez eran más fuertes. Yo ya había visto el agujero y me había preguntado a dónde llevaría pero, la verdad, no tenía la menor prisa por averiguarlo, pero me fijé en que se hacía cada vez más grande y los empujones me llevaban hacia él así que, como nadie hacía caso de mis protestas, decidí que lo más prudente era colaborar con lo inevitable y si había que salir por el agujero, pues se salía.

Me costó un triunfo, que no piense nadie que ha sido fácil; además, hubo un par de momentos que me mareé porque parecía que me faltaba el aire y se oían voces muy raras a lo lejos. Yo creía que el agujero llevaría a un rincón parecido, suave y cálido, pero estaba muy equivocado. Cuando llegaba casi al final, noté que me agarraban del cuello y tiraban, y me daban media vuelta y volvían a tirar. Qué sensación más desagradable, por Dios, ¿a nadie se le ha ocurrido la forma de evitarla? Es que parece que te van a arrancar la cabeza, en serio. Grité del susto y, de pronto, noté una cosa muy rara que me llenaba el pecho pero nadie pareció alarmarse. Lo que vino a continuación no fue mucho mejor. Me levantaron en vilo y me dejaron caer sobre algo desconocido que era blando, eso sí, y me cubrieron con una cosa áspera que no me quitaba el frío tremendo que había sentido nada más salir, y casi enseguida noté un roce en la cara y una mano que me agarraba las pelotas y un brazo que me apretujaba y oí una voz que me resultaba familiar y decía cosas que no entendí aunque, menos mal, sonaban agradables. Luego me pusieron sobre una superficie dura y me metieron un tubo por la nariz y por la boca. Yo protesté y cerré fuerte los ojos, me daba miedo mirar, pero me los abrieron a la fuerza y me echaron unas gotas. Lo que atisbé no me tranquilizó nada: mucha luz, mucho ruido y, por si eso fuera poco, algo áspero frotándome todo el cuerpo sin ningún cuidado. Ni me atreví a levantar las manos para jugar a mover los dedos, cualquiera se arriesgaba, ni protesté, no me volvieran a meter el tubo por algún agujero nuevo.

Me quedé quieto, esperando acontecimientos. Al poco, me quitaron de encima aquella cosa áspera y empezaron a taparme con otras que eran un poco más suaves, pero ni punto de comparación con la comodidad del rincón, tan blando, tan tibio. Volvieron a dejarme sobre una superficie plana y noté que me tapaban hasta la cabeza, empecé a sentir un calorcillo muy agradable en los pies y me di cuenta de lo cansado que estaba.

Estaba quedándome dormido cuando, de pronto, sentí que algo viscoso y caliente salía de mí y se me pegaba al culo. Otra sensación espantosa y ya iban dos. Esta vez sí protesté, y procuré hacerlo con fuerza, para que se notara mi disconformidad con todas aquellas cosas desagradables que me estaban pasando. Necesitaba que alguien me quitara aquella plasta que se me había adherido a la piel pero, en vez de eso, conseguí que me izaran en el aire y me dejaran caer otra vez sobre la cosa blanda y luego, después de varios meneos, noté un roce en los labios. Sin darme cuenta de lo que hacía, abrí la boca con ganas y agarré aquello que se movía delante de mis narices y empecé a chupar. Algo me decía que aquella maniobra iba a tener un resultado gratificante pero, después de insistir varias veces, comprendí que la tarea era inútil, allí no pasaba nada.

No sé el tiempo que llevo aquí metido pero se me antoja mucho. Al final conseguí que me quitaran la pasta pegajosa del culo pero, desde entonces, nadie me ha hecho caso. Estoy tan cansado que no tengo ganas ni de protestar así que voy a dormirme. Espero que mañana todo sea mejor. Jugaré a levantar el dedo gordo, intentaré mover el dedo pequeño del pie, insistiré a ver si consigo sacar algo cuando chupe y trataré de olvidar este día horrible.




5 comentarios:

  1. ¡Que maravilla, Vichito! Eres única moviendo los dedos para que salgan lindas cosas de la sesera. Nada de hadas y cuentos chinos, la verdad supera a la ficción.
    Un abrazo grandote.

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    1. Gracias, Rosa preciosa. Ya sabes que me gusta darle la vuelta a las cosas, mirarlas desde otras perspectivas.
      Un abrazo enorme.

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  2. No hay nada más entretenido e instructivo que leer el diario de un neonato. Ésta ha sido mi primera (y seguramente última) experiencia y me ha encantado.
    Un relato estupendo.
    Un abrazo.

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    1. Es sorprendente lo que piensan, ¿verdad?
      :-)
      Gracias por leer y por comentar, Josep.
      Un abrazo muy grande.

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  3. ¡Estupendo relato, hermana! Siempre que estoy cerca de un parto pienso qué se sentirá al nacer, y luego (inmediatamente) me digo que por fortuna lo olvidamos: el tránsito no debe ser muy amable, aunque tú le pones toda la amabilidad posible :)
    Me he encantado este parto narrado por el protagonista más pequeño.

    Abrazo enorme!!!

    (Y tercer intento de entrar en esta tu casa)

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