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martes, 8 de octubre de 2013

LLAMADA PERDIDA

Para hacer buena literatura de ficción científica hay que saber mucho de ciencia. Yo soy de letras de toda la vida así que supongo que mis osadas incursiones en este terreno tienen más fallos que otra cosa, pero confío en la generosidad de quienes me leen.




¿HAY ALGUIEN AHÍ?


“Papá, papá, contesta, por favor… Papá, nos hemos salido de la carretera, la moto está destrozada… Javier no se mueve y yo estoy llena de sangre… papá, papá, por favor…”

La señal partió del teléfono móvil 456 123 456 hacia el 457 200 101 pero nadie descolgó el 457 200 101. Al cabo de unos segundos, la llamada salió desviada hacia la estratosfera, atravesó la capa de ozono y  chocó contra uno de los paneles del “Swift”; rebotó y recorrió unos miles de kilómetros antes de estrellarse contra los restos abollados del “Explorer I”, que desviaron su trayectoria y la devolvieron a la Tierra donde impactó contra los muros de un viejo edificio de la Dorotheenstrasse de Berlín.

Maximilian Schmidt entró en el Habitáculo Unipersonal 135-A del edificio número 836 de la Urbe 1350-DE, dejó el maletín laboral sobre la mesa de la entrada y, sin quitarse el uniforme, fue a la zona de descanso y se dispuso a esperar al operario del Departamento de Descontaminación. Quiso comprobar que el problema no se había resuelto y conectó la pantalla general. A los pocos segundos, el fenómeno que llevaba repitiéndose noche tras noche desde hacía tres ciclos, apareció de nuevo. La voz surgió de la pantalla en negro y se impuso al ruido de fondo de la ventilación, llenó el aire del cuarto con su sonido agudo y angustioso. Desde la primera vez había sentido que aquella voz, que susurraba quejumbrosa, suplicante y asustada, estaba pidiendo ayuda. No podía entender lo que decía porque hablaba en una lengua desconocida para él pero la certeza de aquella petición estaba por encima de las palabras. Y, día tras día, había ido creciendo en su ánimo la angustia de la impotencia, de no poder hacer nada para aliviar aquel miedo, aquel dolor.
Y no podía soportarlo por más tiempo. O conseguía eliminar aquella injerencia en su espacio acústico o acabaría por enloquecer.



—Bueno —dijo el operario de Descontaminación cerrando su maletín laboral—, parece que el problema está resuelto.

—Eso espero —contestó Maximilian no muy convencido.
—Ya le digo que hemos tratado muchos casos en los últimos ciclos, ha sido una especie de epidemia, pero, de momento, no nos ha llegado ningún informe de reaparición, ni siquiera en casas tan antiguas como esta.

Max quiso saber más.

—¿Y son todos iguales?
—No, en absoluto —contestó el operario, que parecía dispuesto a hablar de su trabajo—, los hay de muchas clases. Algunos duran unos segundos, otros casi un minuto, unos son rápidos, otros lentos…
—¿Y el idioma?
—También hay de todo, los análisis del laboratorio fonológico dicen que hay muestras de todas las lenguas del pasado.
—Qué curioso, lenguas del pasado. Qué absurdo hablar cientos de lenguas distintas pudiendo entenderse en una sola. ¿Los han traducido?
—Esa opción ni se ha planteado. Sería costosísimo y además inútil, no serviría de nada ahora, después de tanto tiempo.
—Se perderán para siempre…
—No, no se perderán. No se destruye ninguno de estos registros, quedan todos guardados en un Archivo Especial. Ya sabe, cosas de la Dirección de Arqueología.
—Entonces si yo, por ejemplo, algún día…
—Si usted algún día quiere recuperar su fenómeno acústico no tiene más que entrar en nuestro Panel General, lo encontrará en “Arqueología Sonora”,  en el archivo de "Llamadas perdidas".

10 comentarios:

  1. Gran salto temporal del hoy al futuro tan cercano, me ha gustado la introducción de la historia y como luego has desarrollado esa llamada perdida en el espacio lejano, esas lengua muertas, ese panel arqueológico sonoro... yo seguiría intentando recuperar la llamada, tienes una buena madeja de dónde seguir tirando para elaborar una buena historia.
    Saltando por el ciberespacio he llegado hasta aquí, debe ser el tono de la llamada el que me ha guiado. Saludos desde Tenerife y cuando quieras te invito a mi espacio. Con tu permiso sigo leyendo lo que ofreces, que es mucho.
    Besos de gofio.

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    1. Gracias, Gloria. Si no fuera una vaga redomada te haría caso y seguiría escribiendo esta historia.
      De todas formas... no lo descarto.
      Invítame a tu espacio, porfa. Tú aquí estás en el tuyo.
      Besos mesetarios.

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  2. No sé lo que dirán los expertos, pero a mí me ha gustado mucho. Quién sabe lo que es viable en esta persistencia acústica que traspasa el tiempo. ¿Será esto lo que ocurre con las psicofonías de NW? :-)

    Pobre Max, espero que se le pase la angustia.

    Besos y abrazos.

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    1. Al escribir el relato imaginé una continuación. Max iba a la Dirección de Arqueología a recuperar la llamada y...
      Tal vez algún día lo escriba.

      Gracias por todo, niña dulce.
      Besos, muchos.

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  3. Me ha parecido buenísimo el relato, Fefa. Y yo si soy de Ciencias!!!.

    Para la continuación te sugiero que Max, tras recuperar la llamada, se meta en la máquina del tiempo. ¿No?

    Felicidades. Un beso.

    (Oye, por cierto: ¿cuando vas a entrar en Escritores en Red?) ;)

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    1. Gracias, Manuel, viniendo de alguien de Ciencias tu comentario me llena de orgullo y satisfacción.
      :-)
      La máquina del tiempo, sí, algo así tendrá que ser.

      ¿Entrar en Escritores en Red? El día menos pensado, en cuanto averigüe cómo se hace.

      Otro beso para ti.

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  4. ¡Alucinante! Eso de entrar en el Habitáculo Unipersonal 135 A, no es nada fácil y volver al laboratorio fonológico, me ha puesto los pelos de gallina y las plumas de gata. Seguro que en Aristolío te contrataban de inmediato. ¡Qué buena científica eres!
    Reverencia, reverencia y muchos besos para que queden registrados en la Dirección de Arqueología.

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    1. Gracias, Rosa preciosa. Espero que enla Dirección General de Arqueología guarden tus besos y pueda recuperarlos el día que necesite cariño del bueno.
      Un abrazo.

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  5. O sea que en el futuro el hombre seguirá sintiendo "la angustia de la impotencia" y otras emociones... ¡menos mal!

    Buen relato, vamos a lo que nos tienes acostumbrados.

    Un beso

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    1. Seguro que sí, Irene. ¿O acaso crees que el hombre del siglo XXI siente cosas diferentes a las que sentía un Cromagnon cualquiera?
      Gracias por leer, Reina, abrazo enorme.

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