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jueves, 5 de septiembre de 2013

VIDAS SECRETAS


¿No os habéis preguntado nunca qué piensan de nosotros?





LA VIDA SECRETA DE LAS MASCOTAS


Hoy se ha ido más temprano que de costumbre. Como todos los días, he salido a despedirla hasta la puerta y he gruñido (discretamente, eso sí, sin enseñar los colmillos) pero lo bastante alto como para que mi disgusto no le pasara desapercibido. Ella, como todos los días, se ha vuelto y se ha agachado para acariciarme el cuello.
—Vengo enseguida, Sultán.
Sensu stricto, no tendría motivos para quejarme porque no me quedo solo, Cecilia está en casa toda la mañana y no se va hasta después de comer, cuando ella ya ha regresado, pero me puede esa vieja costumbre de mostrarle el desagrado que me produce su marcha.
Nos ha costado algún tiempo pero, poco a poco, hemos conseguido acomodarnos el uno al otro. Parte de la culpa es suya porque, durante los primeros años, me dejó en manos de los niños y no me hacía apenas caso. Eso me producía un desasosiego que mi carácter, un tanto bronco, no se molestaba en ocultar y que manifestaba en cuanto tenía ocasión en forma de gruñidos más o menos potentes o de ataques a los desconocidos. Pero conforme los niños se fueron haciendo mayores, no tuvo más remedio que asumir algunas tareas y eso me permitió empezar a enseñarle cosas. Afortunadamente, es bastante lista y aprendió enseguida.
De lo primero que se dio cuenta fue de que yo necesito un amo. A partir de ahí, todo resultó más fácil entre nosotros.
Apenas le llevó unos días averiguar que, para conseguir mi obediencia, no tenía que hacer más que mirarme fijamente y darme una orden. Al cuarto paseo ya sabía cómo hacerme caminar a su lado, y eso que yo, como buen macho, me dejo arrastrar con mucha facilidad por el olor de las meadas de mis congéneres, es algo superior a mis fuerzas. A veces me hago el tonto y actúo como si no la oyera, sobre todo cuando doy con el rastro de Tasca, esa hembrita dorada que vive en la plaza del quiosco y que me tiene loco. Entonces tiro de la correa y la arrastro por todos los árboles del paseo hasta que agoto su paciencia y me detiene con un enérgico “¡Sultán, aquí!”
También le he enseñado a mantenerme quieto mientras ella recoge el producto final de mis digestiones en una bolsa de plástico negra que apesta a perfume barato. En esas ocasiones suele mirarme con ojos asesinos y decirme con voz ronca “¡Quieto ahí!”. Y para que me deje cepillar ya sabe que tiene que darme, cada tanto, un trozo de esas barritas de carne que le regala el veterinario y que me saben a gloria.
Son cosas sencillas pero hay que tener las ideas claras para hacerlas bien.
Podría decirse que nuestra relación ha quedado establecida definitivamente. Ella es el ama y el resto de los miembros de la familia son mi manada. Yo cuido de todos pero, ante todo, la obedezco a ella. Por muchos arrumacos que les haga a los niños para pedirles que me saquen de paseo, por muchas fiestas que le haga al amo cuando vuelve a casa, ella es la que manda. Duermo a sus pies y me gusta tumbarme a su lado cuando se sienta al ordenador.
Lo que siento de verdad es que no hablemos el mismo idioma. Podríamos comunicarnos mejor y hablar de muchas cosas. Aparte de las menudencias cotidianas, me gustaría comentar con ella otros temas. Me gustaría, por ejemplo, saber qué opinión le merecen los haikus que ayer hice en su honor.

“Llueve con ganas.
Me lleva de paseo:
Amo a mi mama”

Y este otro:

“Cae la tarde.
A los pies de mi ama
me lamo el pijo” 


15 comentarios:

  1. No solo disfrutas el relato sino que, además, aprendes psicología perruna. ¿Servirá para un pequeño erizo...?

    Gracias por el relato, paisana.

    Besos

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    1. Bueno... no creo que los erizos tengan manada pero, aparte de eso, las diferencias no creo que sean muy grandes.
      A fin de cuentas, los animales y las personas lo único que buscamos, como decía mi profesor de Hermenéutica, es "un poco de cariñico".
      Besos, paisano.

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  2. Qué bueno, Fefa, me ha encantado. Eres el perro. Bueno, y el haiku final me ha arrancado una risa, que siempre viene bien. No puedo pedir más.

    Qué majo Kazán en la foto. Donde quiera que esté, seguro que aplaude este estupendo relato.

    Besos vicuñosos.

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    1. Este relato lo escribí cuando aún vivía y aún no estaba malito. En el tintero pusieron de tema "Vidas secretas" y se me ocurrió que, muy probablemente, nuestros bichos también la tengan, aunque no sepamos nada de ella.
      Más besos para ti, vicuña guapa.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. ¡Humm! Yo creo que sí que hablamos el mismo idioma, a veces incluso estudian teatro, como sucede con el temblor de "mira que te estoy mirando y temblando, y tú no me haces un arrumaco". Muy inspirados los haikus.
    Un beso sin lametón.

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    1. Que si estudian teatro... ¡Todos tienen un curso de Actor's Studio! Y otro de "Artes de seducción de humanos".

      Lo de darnos todos su cariño lo traen de serie.

      Cómo se les quiere, ¿verdad?

      Un abrazo, Rosa bonita.

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  5. Qué lástima que me quedé sin saber que pensaban mis tres pececillos de mí, mientras hacían burbujas en el agua!!


    Un saludo.

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    1. Eso tiene fácil arreglo.
      Date una vuelta por aquí dentro de unos días.

      ;-)

      Un abrazo, Paloma, y gracias.

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  6. .
    Hace unos días, descubrí dentro de una copa de la cristalería que mi madre hace lucir con orgullo en una vitrina, una salamanquesa momificada. Sí, una salamanquesa común y buen tamaño, de las que caminan por las paredes y sacan la lengua para atrapar mosquitos.

    -¡Pero cómo es que tienes este bicho aquí to tieso!, ¿no te da asco? -le pregunté lleno de grima.

    A lo que me respondió poniendo ojos soñadores:

    - La encontré en la basura, pero... ¡Es que me gustan tanto los animales!

    Me parece que mi señora madre -así tiene ya la cabeza- se comunica con el animalito cuando se van las visitas.

    :-)

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    1. Digna madre de tan preclaro hijo, Sap.
      Yo casi que la comprendo, las salamanquesas tienen un encanto especial, esa dragonez miniaturizada, si tú me comprendes. Y momificada, ni te digo.
      Dale un beso de mi parte.
      Para ti, cienes.

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  7. Estupendas elucubraciones de Sultán, que hasta hace haikus para honrar a su ama ¡¡perro más listo!!
    Yo, francamente, prefiero no saber lo que piensa mi gato de mí, porque a veces me mira con un desdén (tan de lejos, tan de dioses) que da hasta miedo :)

    Buen relato, Vichoff querida.

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    1. Los gatos son de otra pasta, hermana.
      Te tengo que buscar un poemilla que perpetré hace eones para la Cinicu, no sé si te suena el nombre.
      Besos y abrazos, corasón.

      ¿Rasputin? Seguro que te ha hecho una oda.
      :-)

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  8. Jajajaja! Me encanta Sultán... el perro poeta. Qué haikus más buenos... Un relato simpatiquísimo, compañera.
    Besos mil!
    Ahora que lo pienso... será mi Cheshire también poeta?

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    1. Seguro, Libélula. Vamos, me juego algo que es poeta. Y de primera. Con un ama como tú... todo se pega.
      :-)
      Un abrazo enorme, linda.

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