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viernes, 19 de julio de 2013

SERIE NEGRA (III)

Un poco más de fondoarmario.











UNA NOCHE DE LUNA


La noche es el refugio de los amantes, el tormento de los insomnes, la aliada de los clandestinos. Al amparo de su oscuridad se cumplen los más atrevidos sueños de amor, surgen las reflexiones más profundas y se cometen los peores crímenes.

Arcadio Rodríguez salió humeante de la ducha, se secó cuidadosamente y se vistió. Antes de salir por la puerta que daba al garaje se volvió a mirar la figura que, tendida en la cama, parecía dormir: los músculos relajados, la respiración tranquila, las caderas apenas cubiertas por la sábana blanca. Se acercó con pisadas felinas y besó con devoción un hombro dorado y terso.

Al arrancar el coche bendijo mentalmente al genio que había tenido la idea de un motel como aquél, disimulado en una hondonada, invisible desde la carretera, lujoso en el servicio y discreto hasta el punto de que cada habitación comunicaba directamente con un garaje de dos plazas. No había que pasar por recepción ni mostrar ningún documento de identidad. El pago se efectuaba, sin salir de la habitación, con tarjeta de crédito. “Si no existiera habría tenido que inventarlo”, pensó mientras se incorporaba a la autovía y el recuerdo de su amante le dilataba las venas.

Arcadio sospechaba que Esperanza, su mujer, sospechaba. Desde hacía algún tiempo se mostraba recelosa de sus ausencias y de sus excusas. Y no podía permitirse el lujo de ser descubierto. En apenas dos años, su amante se había convertido, contra toda lógica y toda sensatez, en lo más importante de su vida, en una ilusión que revitalizaba una madurez a la que había llegado casi sin darse cuenta y que ya le empezaba a pesar en el trabajo, en el matrimonio y, sobre todo, en el corazón.

Aparcó en una bocacalle del Paseo Marítimo. No quería ir a casa directamente, temía que Esperanza descubriera en su rostro un gesto risueño de abandono ante lo inevitable, una expresión de delatora felicidad. Un paseo a la orilla del mar le ayudaría a serenarse, a recuperar la compostura del audaz empresario, del esposo y padre ejemplar que era cuando no estaba con su amante, cuando no gemía, empujado por un placer que nunca antes había sentido, entre los brazos de Victoria.

Decidió bajar a la playa. La luna asomaba por el espigón y arriba, en el paseo, un hombre vestido con un chándal pasó corriendo. “Vaya horas de hacer footing”, pensó. Se quitó los zapatos y los calcetines y caminó despacio, buscando la arena seca. Agradeció la brisa que le agitaba suavemente la ropa. Después de estar con Victoria siempre tenía la sensación de que el olor de su cuerpo moreno había impregnado de tal forma su piel que ni la ducha más caliente era capaz de eliminarlo. “Oleré a mar”, se dijo. Y respiró hondo.

Llegó al palmeral. La luna ya había ascendido lo suficiente como para que su luz plateara toda la superficie del agua.

No vio cómo el hombre del chándal salía de detrás de una palmera y se colocaba frente a él pero sí pudo ver su mirada, profesional, indiferente.
—Tú eres Arcadio, ¿verdad?
No acertó a contestar, esperaba que el hombre le pidiera fuego o algo parecido, no que le reconociera en el palmeral, en plena noche. Asintió.
—En ese caso —dijo el hombre mientras un rápido movimiento hacía brillar algo en su mano—... tengo un recado para ti, de parte de Esperanza... —explicó al tiempo que le clavaba la navaja entre las costillas.
No sintió nada, se quedó mirando aquel rostro inexpresivo como si esperara de él una explicación, un motivo, pero, un segundo más tarde, cuando el hombre retiró el brazo y vio la hoja manchada de sangre, empezó a notar cómo los pulmones se le llenaban de líquido.
—... y de parte de Victoria —alcanzó a oír antes de caer boca abajo sobre la arena.






6 comentarios:

  1. Ostras...

    Cada vez me gusta más tu "serie negra".

    Beso.

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    1. Pues en unos días te pongo otro que te va a encantar. Bueno, es de mi amigo Blackjackk pero te gustará lo mismo.
      ;-)
      Un besazo, preciosa, y gracias.

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  2. ¿Te he dicho ya que el negro es mi color favorito? Creo que sí. Muy bueno, Vichoff. Estoy deseando leer el relato de tu amigo Jack. Besote.

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    1. También es el mío, Frida.
      :-)
      A la tarde os lo pongo.
      Un besazo.

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  3. Qué chulo, y el final, una genialidad. Voy a buscar más relatos de tu serie negra. Un beso.

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    1. Gracias, Cris, ¡me encanta que te guste!
      Un abrazo enorme.

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