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martes, 26 de agosto de 2014

TEXAS HOLD EM (SERIE NEGRA X)

El reto era abrir un libro en tal página, buscar el inicio de tal renglón y, a partir de lo que allí se dijera, armar un relato. No recuerdo el libro que abrí pero la frase fue "Linda se encogió de hombros".




Foto tomada de www.televisionando.it


LINDA SE ENCOGIÓ DE HOMBROS


Al principio intentó luchar. Sola, desde luego, y contra todo, pero por aquel entonces aún tenía fuerza, coraje y una pizca de esperanza en algún rincón del alma. Mathiew había tardado dos años en confesarle su vicio. Habría tardado muchos más de no haber sido porque ella descubrió los trapicheos que había hecho en las cuentas bancarias. Cuando le pidió explicaciones, Mathiew reconoció, entre lágrimas y súplicas de perdón, que se había gastado todos sus ahorros jugando al poker. 

Linda le perdonó entonces y, después de una larga discusión en la que Mathiew se justificó como pudo y ella apeló al poco sentido común que a él le pudiera quedar, consiguió arrancarle la promesa de que no volvería a hacerlo.

Había una asociación local de ayuda contra las adicciones. Allí acudían alcohólicos, drogadictos y ludópatas que querían abandonar su vicio. Linda le consiguió una plaza y Mathiew empezó a asistir a las reuniones. Semanas más tarde, se enteró de que había dejado de acudir: una amiga lo había visto, a la hora en la que tenía lugar su reunión, entrando en un garito del East Village.

Una nueva discusión, esta vez más bronca, con más disculpas absurdas por parte de Mathiew y más gritos y reproches por su parte. Y de nuevo el arrepentimiento, la promesa, la dulce reconciliación.

Buscó un psicólogo especializado en ludopatías y concertó una cita. Era caro pero estaba dispuesta a sacrificar en aquel tratamiento el poco dinero que había conseguido esconder de las ávidas manos de Mathiew, estaba dispuesta a todo con tal de que Mathiew se curara y las cosas volvieran a ser como antes.

Pero, al cabo de dos meses, recibió una llamada de la consulta del psicólogo. Preguntaban si Mathiew estaba enfermo o le ocurría algo porque llevaba dos semanas sin acudir a sus citas. Poco después, otra llamada, ésta del Banco, le notificaba que, afortunadamente, no había habido problemas y les había sido concedida la hipoteca sobre su casa.

No hubo tiempo para una tercera pelea, para una nueva sucesión de excusas y justificaciones. Hizo una pequeña maleta y la dejó junto a la puerta de entrada. Cogió el bolso y el abrigo y los dejó en un sillón. Luego se sentó en el sofá, dispuesta a esperar el tiempo que hiciera falta. Mathiew llegó bien entrada la noche pero, para su sorpresa, no llegó solo. Lo agarraban del brazo dos hombres altos y corpulentos. No encendió la luz, esperó a que la descubrieran, sentada en la oscuridad. Mathiew se zafó de los hombres y cayó de rodillas a sus pies. Le suplicó que buscara el dinero que él sabía que tenía guardado y que se lo entregara, que no se preocupara porque se lo devolvería al día siguiente pero que tenía que pagar una deuda muy importante aquella misma noche, le habían dicho que le matarían y él les creía…

Linda miró a Mathiew unos segundos, luego levantó la vista hacia los dos hombres y vio en sus rostros la determinación de quitar de en medio a aquel tramposo o a cualquier otro que hubiera tenido el atrevimiento de no pagar sus deudas de juego.

Se incorporó, volvió a mirar a Mathiew y luego cogió el bolso y el abrigo. Empezó a caminar hacia la puerta pero, antes de llegar, se volvió, miró a Mathiew otra vez, luego a los dos matones, y se encogió de hombros. 



4 comentarios:

  1. ¡Bravo por Linda! Y por ti, que sabes coger cualquier frase y redondear una historia.
    Besos.

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    1. Todas deberíamos ser como Linda, ¿no crees?: capaces de terminar con lo que nos perjudica.
      Un abrazo enorme, Rosa preciosa.

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  2. A veces hay que tomar duras decisiones, sobre todo cuando ya no hay otra salida. A LInda se le acabó la paciencia al tiempo que la fe en Mathiew. La confianza hay que ganársela no con promesas sino con hechos.
    Muy buen relato.
    Un abrazo.

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    1. Gracias, Josep. Quise escenificar precisamente eso: que la paciencia tiene un límite y que nunca es tarde para abandonar algo que nos lastra.
      Un abrazo, amigo.

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