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jueves, 29 de mayo de 2014

LA LEYENDA DE LOS VOLCANES

Una historia de mucho amor.



NO QUISO EL DESTINO


—Qué hermosos son— dijo él mirando las cumbres nevadas de los dos volcanes.

A la luz de la luna llena, las dos montañas parecían bañadas en plata.

—Muy hermosos —dijo ella.

—Durante mucho tiempo —continuó él— su historia fue un recuerdo de esos que se esconden durante años y se ocultan tan bien que llegas a olvidar que los tenías. Hasta que un día, una frase, una música o cualquier otra cosa, uno de esos extraños mecanismos de la memoria, lo traen al presente. No sé cómo ocurrió pero me acordé de repente de la canción, de su ritmo marcado por los tambores, que sonaban como los golpes del corazón emocionado dentro del pecho, de la triste historia que contaba. Volví a sentir la pena que me producía escucharla. Apenas recordaba la letra, solo algunos versos sueltos, los nombres indescifrables de la princesa y del guerrero y, sobre todo, el final: “No quiso el destino sus vidas juntar/ volcanes amantes sus tumbas serán”. Y, naturalmente, pensé en nosotros.

—Lógico —dijo ella sonriendo—, a nosotros el destino se empeñó toda la vida en separarnos.

—Y casi lo consigue…

Avanzaron un  poco hasta situarse sobre el paso de Cortés.

—¿Y cómo dices que se llamaban?

—Iztaccihuatl la princesa divina, Popocatépetl el guerrero sin par.

—Te ha salido en verso…

—Es parte del estribillo.

—¿Y cuál es la historia?

—Es una historia muy, muy hermosa y muy, muy triste… —empezó él.

Ella rió al recordar el diálogo entre Alicia y el Caballero Blanco. La llanura del valle de Tenochtitlán extendía hasta el horizonte el resplandor lunar. 
—¿Como la nuestra? —preguntó.

—La nuestra es hermosa pero no es triste.

—¿No lo es?

—No, en absoluto. Bueno… cuando tu hija me llamó para decirme que estabas muy enferma, cuando llegué y, después de siete horas de viaje, solo tuve unos minutos para despedirme de ti antes de que te fueras… quizás ese momento sí fue triste. Pero después… ya ves lo rápido que fue todo. Tal vez el destino quiso rectificar en el último momento y me permitió morir a tu lado.

Se miraron y sonrieron. Por encima de ellos, Vega sonrió también.

—¿Quieres que vayamos a ver nuestra tumba? —preguntó él— No es tan espectacular como esta pero hace unos días me dijo Altair que sobre ella han empezado a brotar dos rosales.

—Vamos— dijo ella.

Y, en medio de la noche, dos veloces estrellas cruzaron el cielo mexicano hacia el oeste, por detrás de la luna. 


2 comentarios:

  1. Una hermosa leyenda, contada con tu peculiar forma de narrar.
    Besos, princesa de las letras.

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    Respuestas
    1. Seguro que la conocías, Rosa preciosa, seguro que has tarareado esa canción sin entender muy bien el nombre de la princesa.
      Un abrazo, querida.

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