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domingo, 6 de abril de 2014

ENEMIGO PEQUEÑO

Un poquito de ficción científica (más ficción que científica, seguro), que hacía mucho que no.







ENEMIGO PEQUEÑO



El aullido de la alarma general le sobresaltó y se dio cuenta de que se había quedado dormido. De un rápido vistazo al reloj comprobó que habían sido solo dos minutos, una cabezada de esas que atacan en los momentos más inoportunos, la rendición a una somnolencia invencible, y que le había dado tiempo a soñar con un atardecer en un muelle, con la proa verde de un carguero que tenía el nombre pintado en blanco, con letras cirílicas; un barco en el que Carol (una Carol alegre y sonriente, ya no joven pero todavía viva) y él iban a emprender un viaje.

Vio que sus compañeros empezaban a dejar sus puestos y se disponían a salir una vez más, pero ya no se movían con el apremio y el ímpetu con que respondían a la alarma al principio de iniciarse el Plan de Defensa Espacial. Después de diez años, ya sabían lo que iban a encontrar y que no habría mucho que hacer.

—¿Dónde ha sido esta vez? —le preguntó a Ron Atkins, que pasaba junto a su lado en aquel momento.

—Red Canyon, una pequeña colonia al sur de Sean City. Unas doscientas personas.

—Mierda.


Los vehículos de la Organización para la Vigilancia Mundial atravesaban la llanura casi desértica al final de la que se levantaban los rascacielos de Sean City. Al volante de uno de ellos, Fred seguía pensando en el breve sueño del que había sido expulsado por el ruido de la alarma y lamentaba no poder saber qué destino tenía la travesía para la que Carol y él iban a embarcar. Hacía diez años que Carol había tomado la decisión de abandonarlo de la peor manera posible: había vaciado en su estómago más de treinta pastillas de somnífero. El recuerdo de su cara lívida, de sus labios amoratados, aún le visitaba cada noche.

—Atento, Fred —le advirtió Jonas, su copiloto, al ver que se desviaba un poco del rumbo.

La Organización para la Vigilancia Mundial había nacido con el propósito de defender el planeta de posibles ataques extraterrestres. Desde su fundación, doscientos años atrás, había conseguido librar a la Tierra de varios intentos de invasión dirigidos desde otros tantos puntos de la galaxia pero nunca hasta entonces los atacantes habían sido tan eficaces. Es fácil combatir contra naves de guerra, contra soldados adiestrados, es sencillo pelear contra un enemigo visible. La Unidad de Investigación había tardado cinco años en descubrir la naturaleza y la estrategia del último intento de invasión del planeta. Provenía del asteroide KJ-1205, tenía como fin el adueñarse de los grandes depósitos de agua salada de la Tierra y el arma empleada era tan simple como difícil de combatir: bacterias.

Bacterias que llegaban alojadas en bombas que naves enemigas no tripuladas, después de burlar la Barrera de Defensa, arrojaban sobre cualquier población antes de estrellarse contra la corteza terrestre. El resultado eran cientos o miles de muertos, horrorosamente desfigurados, devorados por algo que podría parecerse al ataque de un millón de hormigas. Poco cabía hacer después excepto enterrar los cadáveres, desinfectar el área afectada y ponerla en cuarentena.



Red Canyon, como todos los lugares atacados, ofrecía el terrible espectáculo de sus calles silenciosas sembradas de cadáveres sanguinolentos. Fred no pudo evitar fijarse en el de una mujer joven, rubia y delgada, tan parecida a Carol que le pareció estar viéndola morir por segunda vez. Las cuencas vacías de sus ojos estaban rodeadas por un cerco de sangre seca, apenas quedaban restos de sus labios y entre los pliegues de su ropa asomaba parte de sus intestinos.

—Te juro —le dijo a Jason— que prefería a los lagartos de ojos verdes que desencajaban la mandíbula y engullían ratas crudas.

Y se dio la vuelta para vomitar.

4 comentarios:

  1. Te pongas el" traje" que te pongas, te queda de cine.

    Besos, reina.

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    1. Va a ser que soy de amplio espectro, reina de picas.
      :-)
      Besazo.

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  2. ¡Jamía por dió! Esto no hace más que desatar las ganas de largarnos cuanto antes al Planeta Aristolio, pá ponerle el nombre que desean y quedarnos por allí una temporada.
    ¿Puedo ponerlo como episodio, en dicho viaje?
    Besitos aristolianos.

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    1. Por supuesto que sí, doctora.
      Y me reservas una plaza, si me haces el favor.
      :-)
      Gracias por venir, cariño.

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