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miércoles, 2 de abril de 2014

EL AZAR

El azar, la necesidad, la casualidad, la causalidad... Qué gran tema para hablar.






Supongo que a nadie le interesa una vida como la mía, una vida predeterminada, rigurosamente planificada de principio a fin, una vida en la que no caben variaciones ni cambios de rumbo...
Sin embargo, ahora que está llegando a su fin, ahora que mi tiempo está casi cumplido, miro atrás y, aunque la posibilidad de una vida distinta no deja de resultarme tentadora, he de reconocer a la postre que no ha sido tan mala. Incluso pienso, ahora que la madurez ha serenado mis juicios, que muchos habrían preferido mil veces la indudable comodidad del destino inamovible y la certeza de una ruta señalada de antemano, a la incertidumbre y la zozobra de la elección constante, la congoja de la responsabilidad, el peso a veces angustioso de las propias decisiones. Cuántos cambiarían, sin dudarlo, sus vidas inciertas y atribuladas por este destino mío, fijo, inmutable, en el que el azar no tiene cabida, que apenas está sujeto a las alteraciones que pueda suponer una primavera demasiado lluviosa o un verano poco caluroso.
Sí. Pensándolo bien, no ha sido tan terrible saber que cada mañana contemplaría el mismo paisaje suavemente ondulado, verde y tranquilo, las mismas casitas de frondosos y cuidados jardines, las mismas aves, los mismos vecinos...
Hablando de vecinos... aquí llega nuestro amigo, el pensador de Woolsthorpe. Ha regresado hace poco de Cambridge, ignoro el motivo aunque se han oído rumores acerca de una epidemia de peste. Qué hombre éste tan extraño... siempre con ese aire ensimismado, meditabundo, reflexivo... Al verle, cualquiera diría que en su mente se están gestando ideas que han de dividir en dos la historia del mundo.
Hoy parece cansado. Tal vez ha pasado una mala noche. Tal vez esos pensamientos que lo tienen tan absorto no le han dejado dormir.
¡Vaya!. Ahora empieza a soplar este vientecillo templado... No es muy fuerte pero no me gustan estos aires pacíficos que soplan a la hora del té. Son traicioneros y tienden a convertirse en auténticos vendavales a la menor oportunidad.
Debe de estar muy fatigado nuestro amigo, sí. Acaba de recostarse sobre la hierba y ha entornado los ojos...
¿No lo dije? Es como si Bóreas me hubiera escuchado y quisiera darme la razón: la lenta brisa de hace unos minutos se está convirtiendo en un viento que gana fuerza por momentos. Qué forma de agitar las ramas, qué forma de levantar la hojarasca...
¡Por todos los diablos del infierno!... ¿qué estoy viendo? ¡Mi pedúnculo! ¡Mi pedúnculo está a apunto de desgajarse de la rama! ¡Oh, Dios mío!, si se suelta ahora... si se suelta ahora no sólo habrá acabado mi vida dependiente sino que... ¡iré a caer justo en la coronilla de nuestro querido vecino, el señor Newton!

4 comentarios:

  1. Eres de lo que no hay... me encanta.

    Besos, reina.

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    1. Es un fondoblog de lo más del fondo, corasón, y creo que me quedó bien porque me sigue gustando.
      Lo cual que me alegra que a ti también te guste.
      :-)
      Gracias, preciosa, un abrazo.

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  2. Es que te ocurre cada cosa, ¡por dió! y todo por un pedúnculo.
    Besitos

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    1. Eran bueno tiempos, Rosa preciosa: mi musa tenía buenas ideas.
      Muchos besos, corazón.

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