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miércoles, 13 de febrero de 2013

EL EVANGELIO PROHIBIDO DE JUDAS

Siempre me dio pena, siempre pensé que rifaron el papel de traidor y le tocó a él. Por eso quise darle a su traición un motivo más allá de la mera ruindad de su alma.









EL ABRAZO OLVIDADO


En aquel tiempo, y en los que vinieron después, sólo ellos, los que habían sido mis compañeros, fueron escuchados. Así, siendo su voz la única que hablaba de mí, fui juzgado por sus palabras y hallado culpable a los ojos del mundo.
Porque nadie sabe nada sobre mí sino lo que salió de su boca, nadie ha tenido más noticias que las que ellos dieron, y todos las han dado por ciertas.
Y sé que mi palabra ahora no vale nada frente a la suya porque su testimonio, a lo largo de los siglos, ha levantado un muro de certeza más fuerte que la muralla de Jericó.
Pero he de hablar, aunque lo que yo diga se pierda en el aire; he de contar mi verdad, aunque sea tan inútil como labrar un campo sembrado de sal.
He callado mucho tiempo pero ha llegado el momento de hablar y de contar de mí aquello que nunca se supo.
Porque ellos no podían contarlo ya que no podían leer en mi corazón. Ellos contaron lo que vieron y no podían hablar de nada más.
Y ahora levanto mi voz y digo que no soy un traidor.
Porque no quebranté la fidelidad que le debía, porque siempre le fui leal.
 Y siempre le amé, como yo creía que él me amaba a mí.
Me llamó a su lado y me preguntó si quería seguirle. Y entonces  supe que había hallado mi camino y que mi camino estaba junto a él
Y le seguí y estuve con él y con los suyos durante tres años. Y en ese tiempo le acompañé y le serví y le obedecí en todo cuanto me dijo.
Pero hay cosas que producen tal dolor que parece que las entrañas quieren reventar y abandonar el vientre que las contiene, y nadie puede soportar un dolor así.
Él rechazó mi abrazo como si yo fuera una bestia inmunda: él me apartó de sí como si yo fuera un apestado, y su gesto y sus palabras me hirieron como mil lanzas. Y me fui a llorar a un lugar apartado para que nadie pudiera ver mis lágrimas.
Y la rabia y el despecho se apoderaron de mí y quise que él sufriera tanto como yo estaba sufriendo.
Y por eso digo que no fue traición sino la amargura de su desprecio.
Le besé en el huerto para que sus enemigos supieran a quién tenían que detener y luego, consumada la fechoría, eché a correr para alejarme de allí y las monedas que me habían pagado por entregarlo chocaron dentro de la bolsa.
Y al oír su tintineo, como la campanilla del leproso, comprendí el horror de lo que había hecho.
Porque yo no quería que muriera. Yo solo quería que sufriera como yo estaba sufriendo.
Y cuando vi que iba a morir, supe que todo había terminado también para mí; porque ya no podría hacer nada para que él olvidara aquel abrazo impuro, para regresar a él y pedirle perdón; ya no podría rogarle que me permitiera seguir a su lado. Mi tiempo se había cumplido con el suyo.
Y cuando Felipe llegó al pie de la higuera y quiso detenerme ya era tarde porque la soga ya me había roto el cuello.
Esto es lo que tenía que decir, para que el mundo sepa lo que ocurrió: que no le traicioné, que le fui leal hasta la muerte; que solo cometí el pecado de amarle.

5 comentarios:

  1. Pues ¿sabes lo que te digo? Que me creo esta historia, que tiene mucho de lógica y de peso. Siempre nos hemos conformado con el simple argumento de la ambición. ¿Y si hubo algo más? No siempre los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos. Muy bueno, Fefa, valiente e inteligente.
    Abrazote.

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  2. ¡¡Qué cuadro tan terriblemente humano y comprensible!! Es impresionante y "hermoso" el descarnamiento del alma en sus complejidades...
    Sin aliento y conmovida me he quedado con este relato tan verosímil, tan puro, tan bien contando.

    Mil besos, autora.

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  3. Mari, la ilustración mode Hematocrítico: "Los vuestros nos están quemando los sticks del hockey, pero no me importa porque nos amamos"

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  4. .
    Como me decía un cura, la ruina de Judas no fue la traición sino el ahorcarse sin confiar en el perdón de Dios.

    Hombre, a ojos de un zelote de los de espada en ristre, los modos demasiado pausados y tranquilos del barbas con todo aquello de los amores y el poner la otra mejilla, etc. debía ser insufrible.

    :-)

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