(A Sap seguro que le gusta. Y a Carmen Fabre)
MILAGRO
El ayudante Atkins cerró la puerta del despacho y respiró hondo. Luego caminó hacia la mesa de caoba tras la que se sentaba Lord Hutchinson y se dejó caer en uno de los sillones de cuero.
—¡Por fin! —exclamó aliviado.
Pero cuando volvió la mirada hacia su jefe y amigo no vio la misma expresión en su rostro.
—¿Qué ocurre, Archibald? —preguntó un tanto alarmado—. No pareces satisfecho de que, por fin, hayamos resuelto este engorroso litigio.
—Y no lo estoy, Henry —contestó su interlocutor.
Atkins dio un pequeño bote en el asiento.
—¿Y puedo saber la causa de tu insatisfacción?
—La causa, querido amigo, no es otra que la constatación de que no hemos resuelto el problema.
—No puedo creer lo que estoy oyendo. ¿Cómo que no hemos resuelto el problema? Claro que lo hemos resuelto. ¡Y con todo éxito!
Lord Hutchinson se recostó en su sillón, alcanzó una de las pipas que reposaban junto a la lámpara y empezó a llenarla de tabaco parsimoniosamente. Atkins lo miró irritado, no podía con aquella maldita costumbre de Archibald: siempre que tenían algo importante que decir, se entretenía en cargar la pipa.
—Por favor, quieres explicarme de una vez…
—Ahora mismo, Henry, en cuanto consiga que la pipa tire…
Atkins suspiró con resignación. Veinticinco años con Archibald y con sus pipas y no había conseguido acostumbrarse.
—No hay prisa, Arch, tómatelo con calma —ironizó.
Un humo blanco y aromático empezó a llenar la habitación.
—Te decía, Henry, que no hemos resuelto el problema. No si queremos conformarnos con lo fácil, con lo que nadie va a discutirnos. Pero si eso no nos satisface, te diría que más bien acabamos de empezar.
—Te agradecería que fueras un poco más explícito, Archibald.
—Lo seré. La explicación es muy sencilla. Los sobrinos de Lord y Lady Copplestone acudieron a nosotros para dirimir el asunto de la herencia de sus tíos, ¿no es cierto?
—Así es, en efecto.
—En ausencia de herederos directos, ellos serían los receptores de la cuantiosa fortuna de los fallecidos, ¿cierto también?
—Totalmente de acuerdo.
—El único obstáculo para ello sería que la única hija de Lord y Lady Copplestone, que fue robada de la casa de sus padres cuando aún era un bebé, siguiera con vida.
—Ciertamente. Y por eso el problema está resuelto, Archibald. Porque esa mujer que acaba de salir de este despacho hace unos minutos ha aportado la documentación que prueba que ella es Eleonor, la hija robada a los Copplestone.
—Esa es la cuestión, Henry, precisamente esa. La documentación que nos ha presentado esa mujer es completamente falsa.
—¡Archibald! ¿Cómo puedes decir que es falsa si ni siquiera te has tomado la molestia de examinarla?
—No necesito examinarla, Henry. Me ha bastado con mirar a esa mujer a los ojos para saber que esos documentos son un engaño.
—¿Mirarla a los ojos? ¿Qué clase de tontería es esa?
—No es ninguna tontería, querido amigo. ¿Recuerdas los retratos de Lord y Lady Copplestone?
—Vagamente… pero no veo qué relación puede haber…
—¿Recuerdas que tanto Lord Copplestone como su esposa tenían unos grandes ojos azules?
—Sí, es cierto, recuerdo ese detalle.
—Pues ahí lo tienes, Henry. La mujer que acaba de salir de este despacho hace unos minutos no puede ser la hija de Lord y Lady Copplestone porque, amigo mío, esa mujer tiene los ojos negros. Y que dos personas de ojos azules tengan un hijo con los ojos negros… eso, querido Henry, ¡eso sería un milagro!
Me encanta.. esa hélice , esa doble cadena a la que estamos unidos.. y que nos delata.
ResponderEliminarBesos .
Cómo me gustó estudiar eso, Carmen. Disfruté muchísimo.
EliminarAl final va a resultar que en el fondo soy de ciencias...
Besos, corasón, y gracias.
Querida Vichoff, ¡qué maestría y refinamiento muestras escribiendo un diálogo de dos anglosajones! Niña, ¡ni que hubieras nacido en Picadilly Street! Me ha encantado la inteligencia de Archibald que a fin de cuentas es la tuya. Un besazo muy grande.
ResponderEliminarDe algo me tenía que servir el haberme leído las obras casi completas de Agathe Chistie...
Eliminar:-)
Un abrazo, preciosa.
.
ResponderEliminar¡Aps! O sea, que Mendel mete sus narices en todo esto... Pues entonces una de dos:
- O en efecto unos padres de ojos azules no pueden tener hijos de ojos negros (¿gen regresivo se llama eso?), algo que desconocía, o bien...
- Lord Hutchinson, a pesar de su nombre, flema y ademanes, es un completo inepto.
Melosplique.
:-)
la 1), Sap. El gen de ojos azules es recesivo por tanto, para que una persona tenga los ojos azules ha de haber recibido genes de ojos azules por parte de su padre y gen de ojos azules por parte de su madre. Dicho de otra manera, una persona de ojos azules no tiene genes de ojos negros. Dos personas de ojos azules no tienen genes de ojos negros por tanto no pueden tener un hijo de ojos negros.
ResponderEliminarSinencambio, dos personas de ojos negros pueden tener hijos de ojoz azules, velay).
Pero cabe también la 3): el jardinero de los Copplestone tenía los ojos negros.
:-)
Abrazo, guapo.
¡Por dió, Vichito! Me inclino por el jardinero de los Copplestone, que además sería de origen español y tendría una tía andaluza. Si eres una agathista ha de ser así. Espero que nos cuentes lo sucedido con el jardinero de ojos negros, aunque lo imagine.
ResponderEliminar¡Olée, besitos!
Lo cierto es que la existencia de un jardinero de ojos negros echaría por tierra el relato y las deducciones de Hutchinson... Mejor lo olvidamos, Rosa preciosa, y nos quedamos con las leyes de Mendel.
Eliminar:-)
Un abrazo enorme.