Foto tomada de elcomercio.pe
CELEBRACIÓN ANTICIPADA
El
entrenador Klaus Ireneus von Hoffmann (conocido desde sus tiempos de jugador
como “Cometa” Klaus) se acomodó en el sofá, se sirvió una generosa jarra del
barrilito de Kainikenn (la mejor cerveza de la galaxia) y abrió el paquete de
auténticas patatas fritas sintéticas al punto de sal. Luego pulsó el mando a
distancia de la telepantalla y se dispuso a saborear su triunfo. En realidad,
más que triunfo era un alivio, pero no por eso iba a dejar de disfrutarlo.
Había
sido un año muy duro. Nunca, desde que había empezado a entrenar al Atlético de
Orión, la mala suerte le había perseguido como en la temporada que estaba a
punto de terminar. No era que durante aquellos ocho años hubiera obtenido
resultados particularmente brillantes pero, al menos, había conseguido mantener
al equipo en posiciones medias de la tabla. Pero aquella campaña… aquella
campaña había sido funesta.
Nada
más empezar la Liga
Galáctica , sus dos mejores delanteros se habían lesionado en
un partido benéfico a favor de la
Asociación de Astronautas Retirados. Sin ellos, la primera
mitad de la Liga
había sido un auténtico desastre. El equipo había saltado de derrota en
derrota. Bueno, habían conseguido empatar con el Olimpic Bitelgeuse, recién
ascendido de segunda, pero fue gracias a que, en el minuto quince, el
Bitelgeuse se había quedado con diez jugadores: su portero le había disparado
al árbitro con un bolígrafo láser a causa de un polémico fuera de juego. El
resto de los encuentros disputados habían sido un muestrario de errores, un
paradigma de falta de coordinación y un ejemplo de cómo no se debe jugar al
fútbol. El resultado había sido que el
fantasma del descenso había planeado sobre el equipo durante la segunda parte
de la Liga y lo
había puesto en la delicada situación de jugarse la categoría en el último
partido. Sobre la cabeza de “Cometa Klaus” planeaba, además, la amenaza del
Presidente: “Como el equipo baje a segunda te vas a la puta calle”.
Pero no
había nada que temer. El Atlético de Orión había jugado el sábado y, en un
partido agónico, había conseguido ganar al Halley F. C. Ahora solo quedaba
esperar a que su rival en la lucha por la permanencia, el Real Cósmico,
perdiera su partido. Y eso era lo que iba a pasar porque el Real Cósmico se
enfrentaba, nada menos, que al ya decidido campeón de Liga, al Cádiz C.F. Desde
que, en el lejano 2009, el Cádiz C.F. subiera a Segunda, el progreso del equipo
había sido constante y arrollador y había culminado en la cima de la Liga Galáctica
donde reinaba en solitario, con un liderazgo indiscutible, desde hacía varias
décadas. Los “siderales” (apodo que había sido ocurrencia de Castellán, el
famoso comentarista deportivo) paseaban por toda la Galaxia , como estrellas de
cinevisión, su presupuesto astronómico, su palmarés inigualable y, sobre todo,
su buen fútbol.
Klaus
Ireneus von Hoffmann se metió un puñado de patatas en la boca justo en el
momento en que el locutor empezaba a recitar las alineaciones de los equipos
contendientes. Al oír los primeros nombres del Cádiz C.F. Klaus dio un respingo
en el sofá. ¿Qué era aquello? ¿Ni Brayan ni el choto McMillan ni Paquillo ni
Romualdo? ¿Dónde estaban las figuras que aquel año habían llevado al
equipo a la puerta misma de la gloria?
El
locutor explicó por qué el Cádiz había tenido que recurrir al segundo equipo:
para celebrar la victoria en la
Liga , el Presidente había encargado unas cuantas cajas de
langostinos de Sanlúcar. El viaje desde la Tierra hasta Dédalo, el pequeño planeta de la
constelación de Andrómeda que era la sede del Real Cósmico, les había sentado
mal a los langostinos y los langostinos les habían sentado mal a los titulares
del Cádiz.
“Cometa”
Klaus notó un hilo de sudor bajando por la espalda. Cuando, en el minuto
quince, el Real Cósmico marcó el primer gol, un escalofrío helado empezó a
subirle por las piernas. Con el segundo, marcado minutos más tarde, se le nubló
la vista.
Instantes
después de que el tercer gol subiera al marcador, el número privado del
Presidente empezó a centellear en la pantalla del teleteléfono anunciando una
llamada borrascosa.
Pero
Klaus Ireneus von Hoffmann no pudo contestar.
¡Pobre Klaus Ireneus von Hoffmann! No haber llegado a marcar contra los aristolianos, porque esos, sí que son invencibles.(Gracias a los pepinos, tomates y bellotas de su dieta) ¡Humm! Acabo de revelar su secreto para el éxito.
ResponderEliminarBesos lunáticos.