Imagen tomada de choser.over-blog.com
El tropezón dejó al descubierto la lámpara dorada que brilló sobre
la arena. El hombre se abalanzó sobre ella.
—¡Hoy es mi día de suerte!— gritó, y la frotó con todas sus
fuerzas.
El genio no tardó en emerger, envuelto en una nube de humo azul.
—¡Es mi día de suerte! —repitió el hombre— ¡Me tienes que conceder
tres deseos!
—Te equivocas —dijo el genio— Hoy es mi día de suerte.
El hombre abrió los ojos con estupefacción pero, antes de que
pudiera decir nada, la nube de humo lo envolvió y lo arrastró en un torbellino que
la lámpara succionó en un segundo.
El genio la miró de reojo.
—Te dije que era mi día, no el tuyo —dijo.
Jajaja. A partir de ahora tendremos que ir con cuidado si encontramos una lámpara abandonada. Y es que los tiempos han cambiado o es que hasta los genios están hasta el mismísimo...
ResponderEliminarUn relato muy ingeniosos.
Un abrazo.
Hay genios que tienen muy mal idem, Josep.
ResponderEliminar:-)
Un abrazo, amigo.
Libertad, cautividad..., burdos sinónimos...
ResponderEliminarBueno, Anuar, tanto como sinónimos... Yo sabría encontrar algunas diferencias.
Eliminar:-)
Gracias por leer y por comentar. Me he asomado a tu blog, volveré.
Un abrazo.
Muy bueno. Jajaja. Vaya con el genio.
ResponderEliminarBesos.
Muy mal genio, Mar, ya ves.
EliminarBesos y gracias por al visita.
¡Vaya genio gastaba el idem! Encuentra una lámpara para que te salga así.
ResponderEliminarBesitos