Ciento veinte palabras para algo que pudo haber sido así (cosas más raras se han dicho).
LOCURA PRIMIGENIA
El Padre y la Madre cruzaron una mirada de
alivio. Acostumbrados a las locuras de su hijo, la que ahora les presentaba era
de una inocencia conmovedora. Comparadas con su última ocurrencia —una especie
de móvil gigantesco en el que esferas de distintos tamaños y colores giraban
sin orden aparente alrededor de la mayor de ellas—las dos figuritas, toscamente
moldeadas en barro, resultaban candorosas.
—Muy bonitas, cariño
—dijo por fin la Madre.
—Ya les he puesto nombre.
—¿Sí? —se interesó el Padre—
¿Y cómo las vas a llamar?
El Hijo tomó las
estatuillas y las levantó con orgullo.
—Esta se llama Adán y
esta, Eva.
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