El virus L, el virus E... Algún día la humanidad reconocerá mi labor y agradecerá mi aportación a la comunidad científica.
Mientras tanto, vayan leyendo.
LA HISTORIA DEL MAGO
Si su
pobre madre hubiese conocido la célebre frase de Mimi, la tía de John Lennon
(“John, eso de la guitarra está muy bien pero nunca te dará de comer”) es muy
probable que la hubiera parafraseado en más de una ocasión para dirigirse a
ella con la sensata intención de sacarle los pájaros de la cabeza: “Jo, le habría dicho su madre en nombre de la sensatez, eso de
contarle cuentos a la gente está muy bien pero nunca te dará de comer”.
Y,
probablemente, ella habría pensado que tenía razón. Lo de estudiar, francés,
por ejemplo, fue un intento de sus padres de desviar su atención hacia ese
mundo fascinante que es el secretariado bilingüe. No resultó una mala
experiencia, desde luego. A esa carrera tiene que agradecerle su estancia en
Lisboa, su matrimonio con Jorge (aunque terminara en divorcio) y, sobre todas las cosas, el nacimiento de su
hija Jessica.
Pero en
la vida hay cosas que resisten cualquier barrera de racionalidad o sentido
común, cosas que se abren paso a través de todos los obstáculos como si la
persona en la que habitan y crecen fuera el vehículo elegido para darles
existencia. En la vida hay tendencias, pulsiones, que se instalan en el
espíritu de alguien y no lo abandonan jamás, como si estuvieran codificadas en
su ADN o ensambladas en sus linfocitos. Son como un virus que a veces da
síntomas y a veces no, pero que nunca abandona su refugio celular.
En su
caso, la pulsión se manifestó casi al mismo tiempo que se le cayeron los
dientes de leche: a los seis años. Cuando alguien empieza a escribir a esa edad
es para echarse a temblar: está contagiado, está invadido. Nunca se librará de
esa dolencia. Como para el amor, no hay cura para esa enfermedad.
Su
virus, ese virus personal que invadía su sangre sin que nadie supiera de dónde
había venido, superó la
Universidad , los estudios de francés y un tentador curso en
París; superó el trabajo en Amnistía Internacional y las clases de inglés en
Lisboa. En un tren, viajando desde Manchester a Londres, todas las dudas que
desde la infancia había albergado acerca de la vida de los dragones, de las
propiedades de ciertas varitas y de la verdadera existencia de los magos, se
catalizaron en la mejor idea que había tenido jamás. Una idea que la enamoró y
en la que se puso a pensar inmediatamente; en la que no dejó de pensar y
trabajar en los años siguientes: el virus había encontrado la manera de
manifestarse plenamente.
La mesa
de un café cercano a su casa y la sillita en la que dormía la pequeña Jessica
fueron los testigos de su entusiasmo. Tenía la idea y… la puso en palabras.
Tuvo
que esperar más de un año y digerir el rechazo de varias editoriales antes de
ver su idea plasmada en letra de imprenta, antes de coger en sus manos un
volumen que tenía su nombre en la portada y que contaba una historia que
empezaba diciendo: “El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de
Privet Drive…”
¡Buaaahh! Estaba a punto de solicitarte, no la pata del virus, sino su domicilio para trasladarle con desahucio urgente, pero no veo que tengas demasiada "influencae".
ResponderEliminarEn fin cosas veredes, cuando no ves ni verde,
Besos.
¿El virus? Pero chiquilla, si tú lo tienes activado hace tiempo... ¡y muy bien activado!
EliminarUn abrazo, Rosa preciosa.
Los inicios pueden ser muy duros pero el empeño, el sacrificio y el talento (¿quizá algo de suerte?) pueden romper los recelos y prejuicios de los que rodean al artista. Un relato muy bien contado y una historia aleccionadora. A JKR le encantaría leerlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mucho talento, pienso yo, para tramar una historia tan bien tramada.
EliminarGracias por leer y por comentar, amigo mío.
Un abrazo muy grande.
.
ResponderEliminarEs una suerte y una alegría que a veces se rompan las reglas que creemos tan firmemente establecidas y que desde una mesita de café, desde un embarazo de letras, nazca un mundo completo y se desarrolle, cuando lo normal es que se recurra en este campo al aborto (perdón por utilizar una palabra tan feota) o a la píldora del día después.
Cienes.
Eso solo lo hacemos los vagos irredentos, Sap, Se ve que la Rowling no es de los nuestros.
Eliminar:-)
Cienes, cariño.