No es Serie Negra aunque...
LA TERCERA
Aquí
están. Mis dos reinas, mis dos damas. Cómo se parecen y qué distintas son.
Lucía
tiene los mismos ojos y el mismo pelo que su madre, se mueve igual que ella y
habla en un tono tan similar que a veces las he confundido. Pero es altiva,
orgullosa, egoísta. Hace un momento se ha colgado los auriculares en las orejas
y se ha puesto a mirar por la ventana como si lo que ocurre en la calle, cuatro
pisos más abajo, fuera tan interesante que le exigiera toda su atención; se ha
recostado contra la pared, ha cruzado los brazos y no puede ni intenta
disimular su fastidio. Quién sabe qué fantásticos planes he trastocado con mi
empeoramiento, qué planes se han ido al traste por culpa de este padre
moribundo. Tal vez el vermú con alguna de sus queridas amigas, tal vez una
apasionante mañana de compras en busca de esos zapatos que necesita con
urgencia. De vez en cuando mueve los labios en silencio y se balancea
ligeramente, siguiendo la canción que solo ella puede escuchar. Si se queda es porque
su madre se lo ha impuesto, porque no le ha dado opción. A saber qué
disparatada contrapartida habrá exigido a cambio de este buen comportamiento
pero seguro que Elisa la ha aceptado porque ella sabe tan bien como yo que no
merece la pena porfiar, esta vez no, porque será la última.
Elisa
se fue esta mañana sobre las nueve, cuando llegó Lucía para relevarla, pero
volvió a las dos horas. Solo se había dado una ducha y cambiado de ropa, eso dijo
con ligereza, como si su prisa por regresar no tuviera mayor importancia. Ha
llegado a tiempo de la visita médica. El doctor Marcos ha estado muy amable, me
ha auscultado y me ha preguntado si los calmantes que me ha pautado son
suficientes para aliviar mis dolores. Luego Elisa ha salido al pasillo con él y
ha vuelto más serena, más relajada, como siempre que hablan a solas. No tengo
nada que reprocharle. Después de cinco años de atender a un esposo inútil para
casi todo, lo sorprendente es que no hubiera ocurrido antes. Pero Elisa, en
cierto modo, me ha seguido siendo fiel. A pesar de lo que hay entre ellos, no
ha dejado de estar pendiente de mí ni un solo día ni ha dejado de atenderme ni
de cuidarme. Ahora está sentada en el sillón, ha cruzado los brazos, como
Lucía, y ha cerrado los ojos. Está tan cansada que tal vez se deje llevar por
la fatiga y se quede dormida, pero despertará a los pocos minutos, un poco
sobresaltada, y se apresurará a
comprobar que estoy cómodo y no tengo frío, que el suero cae al ritmo correcto,
que la orina sigue saliendo por la sonda y que la almohada está mullida, me
preguntará si necesito algo.
Mis dos
reinas, mis dos damas… La una ausente en su presencia, preguntándose por qué se
tiene que quedar en una habitación en la que no hace nada; la otra, agotada,
buscando la fuerza que necesita para llegar a la derrota.
Y aquí
llega la tercera. Ha surgido de la nada, de esa niebla espesa en la que, de
pronto, se ha convertido el aire. Es hermosa. Se acerca a la cama y me sonríe.
Va vestida de blanco y eso me sorprende,
siempre pensé que cuando viniera a buscarme lo haría vestida de negro.
Alarga el brazo hasta que su mano toca la mía.
—¿Vamos?
—me pregunta.
Lucía
sigue ensimismada, absorta, pensando seguramente que, en cuanto pueda, saldrá
de aquí, porque no soporta los lugares cerrados ni el olor de los hospitales;
se irá al club a darse un baño en la piscina o a jugar al paddle, lo que sea
con tal de olvidarse de esto.
Elisa
se ha dormido. Respira profundamente y parece descansar, incluso puede que esté
soñando. Sí, seguramente está soñando. Soñando con un mundo en el que la vida
no se haya hecho añicos, en el que no haya más consultas angustiosas ni noches
en vela ni sueros que vigilar; soñando con un futuro en el que ya no haga falta
hacerse la valiente y en el que no necesite esconderse de nadie para abrazar al
doctor Marcos.
—Vamos
—contesto.
Sin palabras y con una lágrima asomando...
ResponderEliminarGracias Reina de Corazones.
Besos
Nunca pensé que este relato fuera emotivo pero ahora que lo releo después de tu comentario... sí, lo es.
EliminarGracias a ti, reina de picas (que, como dijo Sting, "are the swords of a soldier")
Un beso.
Mira, estoy segura por aquello de no sé qué, pero sí se cómo de que cuando llegue el momento de irme tendré la suerte de "ver" algo semejante. Ni idea pero tranquilizador como tu personaje.
EliminarMi padre lo tuvo, mi madre no lo sé y de mi marido ... pobre ni tuvo ocasión porque no quiso. El alcohol tomo, se apropió de todo.
Con toda mi alma desearía que de alguien cercano a mí tuviera que pensarlo.
Las espada siempre en alto, pero me defiendo fatal ;)
besso
Yo también creo que "veré" algo así.
EliminarTe defiendes como todos, como gato panza arriba. Pero qué gallarda siempre.
Un abrazo enorme, reina. Reina.
:-)
Si te hubiera hallado antes, antes hubiera empezado a gozar de tus relatos. Pero nunca es tarde cuando la dicha es buena. Me ha encantado todo lo que llevo leído.
ResponderEliminarGracias, Josep, palabras como las tuyas y como las de todos los amigos que asoman por aquí son una inyección de ánimo y de alegría.
EliminarEspero seguir encantándote.
Un abrazo.
No debes perderte las novelas "Un taxi para Priden" y "Maneras de Perder". Gozas como con los relatos pero a lo bestia. Palabra.
Eliminar¡Qué-bonito! ¿Que no es emotivo? Me ha puesto la piel de gallina. Precioso, de verdad.
ResponderEliminarPues nada, lo pondré en el apartado de "Relatos emotivos".
EliminarQué cosas tan diferentes, oye, lo que uno cree escribir y lo que leen los demás...
Gracias.
Un abrazo.
Emotivo a más no poder. Me encanta que vaya de blanco.
ResponderEliminarMe deja una sonrisa para el resto del día.
Besos
No pude resistirme al blanco. ¿Has visto "All that jazz"? Pues eso. :-)
EliminarBesos, campeón.
Soy del mismo parecer, no lo clasificaría de "serie negra", por el contrario entraría en una serie blanca con esa "dama" rondando. Como siempre una reverencia ante tus relatos.
ResponderEliminarBesitos.