Un poco más de fondoarmario.
UNA NOCHE DE LUNA
La noche es el refugio de los amantes, el tormento de los
insomnes, la aliada de los clandestinos. Al amparo de su oscuridad se cumplen los
más atrevidos sueños de amor, surgen las reflexiones más profundas y se cometen
los peores crímenes.
Arcadio Rodríguez salió humeante de la ducha, se secó
cuidadosamente y se vistió. Antes de salir por la puerta que daba al garaje se
volvió a mirar la figura que, tendida en la cama, parecía dormir: los músculos
relajados, la respiración tranquila, las caderas apenas cubiertas por la sábana
blanca. Se acercó con pisadas felinas y besó con devoción un hombro dorado y
terso.
Al arrancar el coche bendijo mentalmente al genio que había
tenido la idea de un motel como aquél, disimulado en una hondonada, invisible
desde la carretera, lujoso en el servicio y discreto hasta el punto de que cada
habitación comunicaba directamente con un garaje de dos plazas. No había que
pasar por recepción ni mostrar ningún documento de identidad. El pago se
efectuaba, sin salir de la habitación, con tarjeta de crédito. “Si no existiera
habría tenido que inventarlo”, pensó mientras se incorporaba a la autovía y el
recuerdo de su amante le dilataba las venas.
Arcadio sospechaba que Esperanza, su mujer, sospechaba. Desde
hacía algún tiempo se mostraba recelosa de sus ausencias y de sus excusas. Y no
podía permitirse el lujo de ser descubierto. En apenas dos años, su amante se
había convertido, contra toda lógica y toda sensatez, en lo más importante de
su vida, en una ilusión que revitalizaba una madurez a la que había llegado
casi sin darse cuenta y que ya le empezaba a pesar en el trabajo, en el
matrimonio y, sobre todo, en el corazón.
Aparcó en una bocacalle del Paseo Marítimo. No quería ir a
casa directamente, temía que Esperanza descubriera en su rostro un gesto
risueño de abandono ante lo inevitable, una expresión de delatora felicidad. Un
paseo a la orilla del mar le ayudaría a serenarse, a recuperar la compostura
del audaz empresario, del esposo y padre ejemplar que era cuando no estaba con
su amante, cuando no gemía, empujado por un placer que nunca antes había
sentido, entre los brazos de Victoria.
Decidió bajar a la playa. La luna asomaba por el espigón y
arriba, en el paseo, un hombre vestido con un chándal pasó corriendo. “Vaya
horas de hacer footing”, pensó. Se quitó los zapatos y los calcetines y caminó
despacio, buscando la arena seca. Agradeció la brisa que le agitaba suavemente
la ropa. Después de estar con Victoria siempre tenía la sensación de que el
olor de su cuerpo moreno había impregnado de tal forma su piel que ni la ducha
más caliente era capaz de eliminarlo. “Oleré a mar”, se dijo. Y respiró hondo.
Llegó al palmeral. La luna ya había ascendido lo suficiente
como para que su luz plateara toda la superficie del agua.
No vio cómo el hombre del chándal salía de detrás de una
palmera y se colocaba frente a él pero sí pudo ver su mirada, profesional,
indiferente.
—Tú eres Arcadio, ¿verdad?
No acertó a contestar, esperaba que el hombre le pidiera
fuego o algo parecido, no que le reconociera en el palmeral, en plena noche.
Asintió.
—En ese caso —dijo el hombre mientras un rápido movimiento
hacía brillar algo en su mano—... tengo un recado para ti, de parte de
Esperanza... —explicó al tiempo que le clavaba la navaja entre las costillas.
No sintió nada, se quedó mirando aquel rostro inexpresivo
como si esperara de él una explicación, un motivo, pero, un segundo más tarde,
cuando el hombre retiró el brazo y vio la hoja manchada de sangre, empezó a
notar cómo los pulmones se le llenaban de líquido.
—... y de parte de Victoria —alcanzó a oír antes de caer boca
abajo sobre la arena.
Ostras...
ResponderEliminarCada vez me gusta más tu "serie negra".
Beso.
Pues en unos días te pongo otro que te va a encantar. Bueno, es de mi amigo Blackjackk pero te gustará lo mismo.
Eliminar;-)
Un besazo, preciosa, y gracias.
¿Te he dicho ya que el negro es mi color favorito? Creo que sí. Muy bueno, Vichoff. Estoy deseando leer el relato de tu amigo Jack. Besote.
ResponderEliminarTambién es el mío, Frida.
Eliminar:-)
A la tarde os lo pongo.
Un besazo.
Qué chulo, y el final, una genialidad. Voy a buscar más relatos de tu serie negra. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Cris, ¡me encanta que te guste!
EliminarUn abrazo enorme.