Hoy ración doble. Y todo porque hemos hablado por ahí de la finalización del rodaje de una película en la que ha participado nuestro querido profesor de Bollywood Sunny Singh. Y hasta ahí puedo leer.
EL DESCANSO ETERNO
(19 de junio de 2009, por la tarde)
Llevaba tanto tiempo en el mismo lugar, haciendo
el mismo trabajo, que ya no podía recordar cuándo había empezado. En realidad,
había dejado de tener en cuenta relojes y calendarios el día que tuvo la
certeza de que no iba a servir de nada. “Para qué”, pensó entonces, “si ni
siquiera sé cuándo voy a poder jubilarme”.
Levantó la vista y vio la cola que se extendía
más allá de la puerta. Seguro que ya rodeaba el edificio. Los clientes que
estaban en los primeros lugares, los más cercanos al mostrador de recepción,
tenían pintadas en la cara la impaciencia
y la prisa que acompañan a una larga espera.
Se lo había advertido al Jefe hacía tiempo.
—Jefe, esto va a más y yo no puedo con todo.
Estoy solo en el mostrador y le juro que no doy abasto.
—Comme tu aimes te plaindre, Pierre .
El Jefe tenía un sentido del humor muy peculiar y
a veces lo demostraba hablando en francés o en cualquier otra lengua, viva o
muerta, pero sobre todo en francés. Alguien, seguramente Juana de Lestonnac,
que era de familia noble y había tenido vocación didáctica, debía de haberle
dicho que era muy chic.
—Seguro que es un aumento transitorio de la
demanda.
Pero no lo era. Él tenía estadísticas que lo
demostraban: una tendencia al alza, continua y progresiva, desde los comienzos
del negocio. Pero el Jefe no se había molestado en mirarlas. Se limitó a hablar
de la falta de personal crónica en la empresa.
“Falta de personal, falta de personal”, rezongó,
“si precisamente lo que sobra aquí es gente”.
En aquel momento llegó al mostrador el hijo del
Jefe.
—Hombre, Naza —saludó. Habían sido amigos de
juventud y podía permitirse la confianza de llamarle por su apodo—, a ti quería
verte.
—¿Qué pasa, compañero?
—¿Qué va a pasar? —Volvió la mirada hacia la fila
de gente que esperaba su turno— Pasa lo de siempre: que esto es demasiado
trabajo para mí solo. Se lo he dicho a tu padre varias veces pero no me hace ni
puñetero caso.
—Ya sabes cómo es, un cabezota, y no acaba de
entrarle en la mollera que las cosas no son como al principio.
—Claro, si eso lo sabemos todos hace tiempo. Pero
ocurre que yo tengo un problema, no sé si te das cuenta.
El hijo del Jefe echó un vistazo a la cola de
clientes y soltó un bufido.
—Habrá que hacer algo, sí —concedió—, pero ahora
no, que acabo de hablar con él y está de un humor de perros con las últimas
noticias sobre la
Antártida. Resolvamos primero este atasco, yo te ayudo.
Cogió el libro de registros y se dirigió a la
persona que estaba en primer lugar en la cola. Era un hombre mayor, delgado, de
pelo y barba canos y gesto afable. Le reconoció de inmediato.
—¡Vicente! —exclamó con evidente alegría. Y rodeó
el mostrador para ir al encuentro del hombre y abrazarlo—, ¡no te esperaba!
El hombre de pelo cano sonrió y abrazó también al
hijo del Jefe. Parecían dos viejos amigos que se hubieran reencontrado después
de muchos años.
—Ya me tocaba descansar, ¿no crees?
—Claro, amigo, ya te tocaba. Bienvenido al hotel,
vas a estar muy a gusto con nosotros.
El hijo del Jefe se volvió hacia él.
—Por favor, dame la llave de la habitación de
Vicente, Vicente Ferrer.
Miró el registro: “Vicente Ferrer, suite gran
lujo 24.625” .
Buscó la llave en el cajetín de las suites y se la alargó a Naza que, en aquel
momento, le pasaba el brazo por el hombro a Vicente y se encaminaba con él
hacia el pasillo central.
—Ya le acompaño yo, Pedro, no te preocupes.
Pedro los miró alejarse y suspiró, resignado.
Luego regresó al mostrador, pasó página en el libro de registros y se dirigió
amablemente al primero de la cola.
—El siguiente, por favor…
¡Qué bueno! Sin duda don Vicente merece hospedarse en la suite gran lujo. Felicidades, un estupendo relato.
ResponderEliminarEs un pequeño homenaje a Vicente Ferrer y a su obra, que me gustan a mí este tipo de cosas, ya tú sabes.
EliminarUn abrazo, guapísima.
Naza!!! me va a durar la sonrisa días, palabra de recepcionista :)
ResponderEliminarEnhorabuena. Relatazo!
Tú comprendes a Pierre, ¿verdad, paisano?
EliminarMe alegra que te haya gustado, corasón.
Un abrazo.
(La musa estuvo acertada con lo de Naza, creo)