A veces, vivir supone un gran esfuerzo.
Imagen tomada de sepame.blogspot.com
VARIACIÓN EN BLUE
Qué pereza tener que abrir los ojos, tener que
abandonar el territorio de un sueño en el que estabais juntos, tal vez paseando
al atardecer, tal vez encontrándoos después de haberos buscado durante mucho
tiempo, como hacían Horacio y La
Maga , pero felices en cualquier caso porque al fin podíais
tocaros y miraros a los ojos y respirar el mismo aire; qué pereza levantarse después de haber apagado de un
manotazo el impertinente pitido del despertador, hacer el tremendo esfuerzo de
poner en pie el montón de huesos y músculos que es tu cuerpo recién despertado
y arrastrarlo hasta la cocina para preparar el café que te ayudará a ingresar poco
a poco en el mundo de la vigilia, caliente, aromático, pero que sabrá amargo
por mucho azúcar que le pongas.
Qué pereza la ducha sin sus manos enjabonándote
la espalda, sin la pelea por la pasta de dientes, qué pereza la ropa que te
pones sin que pueda decirte lo guapa que te ve y te de un beso ligero en los
labios, muy ligero porque ya te has puesto el carmín y no es cosa de estropearte
el maquillaje, pero capaz de escalofriarte en su levedad; qué pereza el
trayecto en autobús en lugar de un asiento de copiloto donde sus dedos se
desviarían de la palanca de cambios para acariciarte levemente las rodillas, la
llegada al despacho donde esperan las mismas caras y los mismos papeles y los
mismos problemas de todos los días, el paso inútil de las horas sin el alivio
de una llamada que rompería la rutina y aligeraría la mañana de trabajo porque
recordaría las locuras de la noche anterior y encendería chispas de deseos
inconfesables y haría más corta la espera.
Qué pereza el fin de la jornada, recoger los
papeles de la mesa, cerrar el cajón con llave, apagar el ordenador, coger el
bolso, saludar en el ascensor a ese compañero de Recursos Humanos al que siempre
intentas evitar porque cada vez que te ve te recuerda que tenéis pendiente una
copa, salir a la luz de las tres y cuarto de la tarde y comprobar que no está esperándote
aparcado en la esquina y volver a los vaivenes del bus, a la voz enlatada que
repite paradas y enlaces y trayectos mientras la ciudad pasa a través de los
cristales de las ventanas como una agobiante película vista mil veces.
Qué pereza caminar hasta casa, entrar el portal,
abrir el buzón con la certeza de que todo serán facturas y propaganda porque
una carta de las de siempre, con su sello y su dirección escrita a mano en
tinta azul y su remite, sería un milagro y dejaste de creer en los milagros
hace mucho tiempo; qué pereza abrir la puerta, respirar hondo antes de entrar y
llenarte los pulmones de un aire que huele a vacío, a ausencia; dejar el bolso
tirado en una silla, ir a la cocina y abrir una botella de vino y servirte una
copa y bebértela despacio, apoyada en la encimera con la vista fija en los
imanes de la puerta del frigorífico, esos que amigos y parientes te han traído
de sus viajes, intentando no pensar en esos lugares que nunca visitareis
juntos, esforzándote en tragar el último sorbo mientras levantas la cabeza para
que las lágrimas no lleguen a rodar mejillas abajo mientras piensas que hay que
hacer la comida y la compra y llevar el edredón a la tintorería y limpiar el
baño y comprar las pastillas para el insomnio y que, por mucha pereza que dé, hay
que seguir viviendo.
Qué pena cuando da pereza seguir viviendo porque no hay ningún aliciente para hacerlo. Pero la pereza por vivir es un obstáculo para encontrar de nuevo la felicidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Cierto, es un obstáculo. Lo que pasa es que a veces da tanta pereza sacudirse la pereza...
EliminarGracias, Josep, un abrazo.
Qué razón tienes, Vichoff, a veces, vivir supone un gran esfuerzo. Y lo has sabido trasmitir de una manera admirable. Cada párrafo marca un ritmo, cada ritmo una idea, un matiz sentimental diferente…
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, y no solo porque el azul sea mi color favorito ;-) Es que eres buena, muy buena.
Un beso grande.
A todos nos ha pasado alguna vez, ¿verdad?, ese desánimo que no te deja salir adelante.
EliminarGracias, niña dulce, me encanta que te haya gustado.
Abrazo enorme.
jopeles,cuánto desanimo transmites. Esta logrado, cielo... pero que muy logrado.
ResponderEliminarGracias, Cris, ya siento lo del desánimo pero es que de eso se trataba.
Eliminar:-)
Un abrazo enorme.
Salir de la rueda de la pereza puede resultar difícil, pero es cuestión de saber buscarle la otra mirada a la vida, la que nos espera a la vuelta de la esquina.
ResponderEliminarQueremos seguir regalándonos con tus letras, de modo que... ¡fuera pereza!
Un beso, paisana.
Paisa, ¿conoces algún hechizo que haga regresar a las musas díscolas?
Eliminar:-)
Un abrazo muy grande.
A todos nos ha pasado alguna vez, dices a Atxia. Desde luego que sí. Quizás por eso estremece. Por eso y porque lo has expresado muy bien, tan bien que casi me vuelve el nudo en la boca del estómago.
ResponderEliminarUn beso grande, guapa.
Espero que el nudo te durara poco, cariño.
Eliminar:-)
Abrazo enorme, guapísima.
¡Vaya con la pereza!, puedo jurar que aparece en el momento más inoportuno, es decir, cuando más cosas tienes que hacer, Es pereza recorrer ineludiblemente los senderos que te conducen a la casa sin presencias. Tal vez lo único que buscas es el contrasentido, un beso que sabes no podrás prolongar más allá de los labios. Son cosas así las que te invitan a sacudir la pereza.
ResponderEliminarBesos.