Handle with care
A través de los cristales de su oficina, desde la que se dominaba el amplio vestíbulo de la Terminal , el gerente Harry “Pataslargas” contemplaba el constante ir y venir de los trabajadores y maldecía en varios idiomas.
—¡No había otro día en el año, maldita sea mi estampa! ¡No había otro día en el año para que Jack Fly se rompiera la maldita pata!
—Tranquilízate, Harry —intentó calmarle el Supervisor, Charlie Bluesky, también llamado “el gordo” por las malas lenguas—, seguro que encontramos a alguien que pueda sustituirle.
Si hacer caso de los gruñidos de su jefe, Charlie desplegó sobre la mesa la planilla del mes. De un rápido vistazo a las filas y columnas, se hizo idea de la situación.
—Vamos a ver —musitó Charlie, que no esperaba que Harry le oyera y, mucho menos, que prestara atención a sus palabras—… Tom Black salió esta mañana hacia Camberra y aún no ha regresado… Bill “el Rápido” está volviendo de Anchorage… “Flecha” Orson acaba de aterrizar y no puede volver a salir antes de diez horas… Hum… Lo tenemos difícil…
—¿Difícil? —aulló el gerente secándose el sudor del cuello con un pañuelo de dudosa blancura— ¿Difícil? ¡Lo tenemos imposible!
—Déjame pensar, Harry, por el amor de Dios. Te aseguro que tu actitud no me ayuda a encontrar una solución.
El supervisor volvió a consultar la planilla de vuelos del personal. Afiló la mirada sobre la mesa y sus ojos quedaron reducidos a dos hendiduras por las que parecía imposible que pudiera entrar la luz. Repasó de nuevo la lista de personal mientras hacía ligeros movimientos afirmativos o negativos con la cabeza, como si contestara a inaudibles preguntas.
—¡Ya lo tengo! —exclamó gozoso al cabo de un par de minutos— ¡el joven Gordon!
—¿El joven Gordon? —preguntó el gerente con gesto de asombro— ¿El joven Gordon?
—Sí, eso he dicho. El joven Gordon.
—¿Me estás diciendo, insensato, que ese gurripato va a ser capaz de volar hasta Londres en plena noche, con una carga que es el doble de lo normal, y de hacer la entrega sin que los antiaéreos lo detecten, lo confundan con un bombardero alemán y lo hagan fosfatina?
—Exacto, Harry, eso es lo que te estoy diciendo. Ese gurripato, como tú le llamas, tiene ya más de mil quinientas horas de vuelo y la semana pasada fue capaz de entregar un pedido a una tribu de yaguras, en plena amazonía. Y ya sabes cómo maneja esa gente el curare…
El gerente se dejó caer sobre el sillón de su escritorio y suspiró profundamente.
—De acuerdo, llámale —dijo con resignación—. Rezaremos para que todo salga bien. Además… seguro que no tenemos otra opción…
Media hora más tarde, el joven Gordon sacaba pecho con legítimo orgullo en el muelle del que había de partir el vuelo 505 con destino a Londres y disponía la delicada carga que debía transportar. No iba a defraudar la confianza que Charlie había puesto en él, entregaría el pedido en el lugar preciso en el momento exacto.
Mientras, en su pequeña casa de Stanmore, al Norte de Londres, el matrimonio formado por William y Rose Marple esperaba con ansiedad la llegada de sus gemelos.
Vichoff, has tenido que desvelarme el secreto al final del texto. Genial!! Me ha encantado.
ResponderEliminarTransmítele mi enhorabuena a tu musa :-)
Besos y abrazos.
Más majo el joven Gordon...
ResponderEliminarGracias por leer, preciosa.
Un besazo.
De ahí lo de Pataslargas!!
ResponderEliminarDivertidísimo, Vichoff.
:)
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ResponderEliminarVichoff, cariño, aprovecho estos vuelos tuyos de gurripatos para enviarte mis mejores deseos (extensivos a todos los tuyos) "de cara" al 2013. Un beso, guapérrima.
:-)
Gracias, Cabo, me alegra que te divirtiera. Una sonrisa del lector es el mejor premio. Un abrazo, valiente.
ResponderEliminarSap, sevillano mío, también lo mejor para ti y para tu gente. Un beso, macizo.
Ya estoy aquí...no podías haber enviado a mejor piloto que Ángel Alvarez. Vuelo 605 llevaba la mejor música. El vuelo 505 lleva magia, ilusión, y buena literatura. Me gusta la escritura cuando es imaginativa, humana, sugerente...y mágica. Tu vuelo 505 tiene toda la magia del mundo y es una apertura creativa absolutamente maravillosa. Y ese final tan bonito y tan inteligente...
ResponderEliminarMe encanta sorprenderos.
EliminarY no me digas esas cosas, Emilio, que me pongo colorá.
Un beso.
WOHHH¡¡ Me parece sencillamente genial. No lo conocía, Vichoff.
ResponderEliminarBesos
Lo dicho: que es una gozada escribir para vosotros.
EliminarAbrazo grande.
¡Por dió, jamía! El tiempo pasa tan volando que antes de que acabe ya se ha ido y nacen gemelos gurripatos.
ResponderEliminarUn abrazo.