Ya he dicho que mi ignorancia de temas científicos es, valga la comparación, sideral. Pero también es cierto que soy muy atrevida, muy insensata, y me tiro a la piscina a sabiendas de que, haciéndolo, corro el riesgo de escribir un relato plagado de errores que me ponga en evidencia. Pero yo insisto. Además de ignorante, soy contumaz.
UN PEQUEÑO PASO PARA UN HOMBRE
Nunca había estado tan nervioso, ni siquiera cuando ingresé en la Academia Espacial , allá por el año 2250, y pasé dos días esperando la novatada de los compañeros más antiguos. La misión era muy importante y, cuando el Comandante me dijo que acompañaría al Capitán en la primera exploración, temí no ser capaz de afrontar una responsabilidad tan grande. Me había preparado para eso, era cierto. De hecho, se podría decir que toda mi vida no había sido más que un largo entrenamiento para un momento como aquél y si el Comandante hubiera elegido a otro yo me habría sentido decepcionado pero, cuando me dijo que aquélla había sido la decisión del Mando Conjunto, me ganó el temor de no dar la talla, de no ser capaz de hacer lo que se esperaba de mí.
Nuestros Centros Espaciales llevaban decenios siguiéndole la pista al planeta, una pequeña esfera de atmósfera gaseosa que giraba, junto con otros, alrededor de un Sol muy parecido al nuestro, en una Galaxia relativamente próxima. Cuando, por fin, conseguimos acercar lo suficiente las naves exploradoras, las noticias fueron asombrosas: no sólo había vida en el planeta sino que... ¡estaba habitado por seres que parecían inteligentes! Después de tantísimo tiempo, se confirmaba la hipótesis por la que, solo trescientos años antes, muchos habían sido calificados de visionarios cuando no, directamente, de perturbados: no estábamos solos en el Universo.
El equipo de científicos de la Agencia Espacial había tardado veinte años en diseñar y fabricar los equipos necesarios para alcanzar la superficie del planeta y otros veinte en encontrar una fórmula que nos permitiera adoptar un aspecto parecido al de sus habitantes. Al final consiguieron una neodermis ligerísima reforzada en piernas, brazos y abdomen, zonas en las que nuestros vecinos cósmicos eran más voluminosos que nosotros.
Cuando llegó el momento de iniciar la aproximación al planeta, mi sistema nervioso estuvo a punto de colapsarse. Por un lado, el miedo al fracaso me paralizaba pero, por otro, mi pundonor de profesional de currículo extraordinario no me permitía amilanarme. Al final, la emoción de estar pasando a la Historia acrecentó mi valor y mis energías y cuando, por fin, nuestra nave se posó sobre el suelo del planeta, yo ya me sentía el ser más feliz de Universo, orgulloso de mi trabajo y satisfecho por estar cumpliendo uno de los sueños de mis congéneres: entrar en contacto con otros seres inteligentes. El Capitán me sonrió con satisfacción, comunicamos a la nave nodriza que habíamos llegado sin contratiempos y nos dispusimos a pisar, por primera vez, el suelo de aquel cuerpo sideral que, hasta entonces, sólo conocíamos en imágenes.
No habíamos salido aún de la nave, y aún no había pronunciado el Capitán la frase lapidaria que había preparado para la ocasión, cuando una vibración tremenda sacudió la superficie bajo nuestros pies al tiempo que veíamos acercarse hacia nosotros un engendro mecánico de grandes ruedas negras que avanzaba lenta y torpemente. Lo conducía un habitante del planeta que, en aquel momento, agitaba un brazo amenazante y nos increpaba con grandes voces.
—¡Traducción, traducción! —pidió el Capitán por el intercomunicador, olvidando la frase por la que habría de ser recordado en la posteridad.
Los equipos traductores tardaron dos segundos en darnos una respuesta aunque, si he de ser sincero, no sirvieron de gran cosa, porque lo que oímos a través de los auriculares de la neodermis fue, más o menos:
"Serás desgraciao...! Pos no más metío el tóterreno en medio´l majuelo... ¡Anda pallá y sácalo ya mismo o te paso el tractor por encima, mamón!"
"Serás desgraciao...! Pos no más metío el tóterreno en medio´l majuelo... ¡Anda pallá y sácalo ya mismo o te paso el tractor por encima, mamón!"
¡Qué suerte! Había pasado desapercibido hasta ahora, me habría ido a dormir sin una buena carcajada y estos alienígenas manchegos han hecho que la suelte. ¡Qué buena eres, en todos los puntos cardinales! ¡Ja,ja,já!
ResponderEliminarBesitos aristolianos.