Los amantes de la carne estarán de acuerdo.
(Foto tomada de www.tienda.alicex.es)
LO MÁS IMPORTANTE
—Lo más
importante en la carne, hijo mío, es el punto.
Al oír
el tono en que su padre había pronunciado la frase, el muchacho asintió,
enderezó la espalda y puso el gesto serio del alumno aplicado que atiende a las
explicaciones del maestro sin perder un detalle.
—Y,
para conseguir el punto, lo más importante es un buen fuego…
Se fijó
en la leña que su padre estaba poniendo bajo la parrilla. Había seleccionado un
buen manojo de tallos delgados, fibrosos y completamente secos y los colocaba,
uno a uno, levantando una pequeña pirámide. Recordaba haberlos visto días
antes, puestos a secar al sol sobre las piedras planas del arroyo.
—…porque
un buen fuego nos dará el calor necesario, intenso y rápido…
La
pieza de carne llevaba varios enterrada en un hoyo, a una profundidad en la que
la tierra mantenía cierto frescor, cuidadosamente envuelta en hojas de bananera
y atada con una cuerda de esparto. También había escuchado con atención la
explicación de esa espera: la carne no puede consumirse recién matada, resulta
dura como la piel del rinoceronte. De hecho, el momento en que está más tierna
es justo antes de que empiece a descomponerse.
—…que
necesitamos para que la carne se haga enseguida por fuera, se cierre y no
pierda sus jugos…
Aquella
pieza tenía todo el aspecto de estar a punto de hacerlo. Su color era rojo muy
oscuro, la grasa empezaba a amarillear y sus bordes casi negros parecían el
preámbulo de la putrefacción. Su padre prendió la yesca que había colocado debajo
de la leña y, casi enseguida, el fuego alcanzó los tallos secos.
—…y, de
este modo, conseguir una cubierta crujiente y un interior tierno y lleno de
sabor…
Mientras
la hoguera progresaba, su padre troceó cuidadosamente la carne con el machete y
cuando el fuego se consumió y las ramas quedaron convertidas en brasas
ardientes, puso los pedazos sobre la parrilla.
—…¡y
muy nutritivo!
La
grasa chisporroteó un buen rato, su padre dio la vuelta a los trozos de carne
y, cuando todos sus lados estuvieron bien tostados, ensartó uno con el tenedor
y lo colocó en su plato.
—Ten
cuidado, no te vayas a quemar —le sonrió.
Esperó
unos segundos, mientras su padre se servía también y se sentaba frente a él con
gesto de satisfacción.
—Tiene
buen aspecto, ¿verdad?
Asintió.
El olor de la carne era apetitoso y no resistió la tentación de probarla aunque
sabía que no se había enfriado aún. Se quemó los dedos, sopló y dio el primer
mordisco. Movió el bocado con la lengua para enfriarlo y empezó a notar su sabor,
su textura, la facilidad con que se dejaba triturar por sus muelas hasta
convertirse en una pasta deliciosa y tierna.
—¿Qué
tal está? —preguntó su padre con mirada cómplice.
Tragó y
se relamió antes de contestar.
—Buenísima,
padre, este blanco está mucho más tierno que el del mes pasado.
Una buena lección de gastronomía y nutritiva… Habrá que probarla, aunque seguro que me decante por la ternera ;-) Da las gracias al chef de mi parte.
ResponderEliminarBesos y muchos abrazos
Ains, mi niña, que no te había visto... Gracias por leer, cariño.
EliminarYa le diré al chef que el plato te ha gustado.
:-)
Un abrazo enorme.
Eres única, dorando la carne o lo que pongas en el plato del lector.Estoy con Mari Carmen, el solomillo que sea de ternera, aunque no resulte tierno.
ResponderEliminarUn abrazo y un beso, Vichita
Gracias, Rosa preciosa. Yo casi que me apunto a lo vegetal, jaté.
Eliminar:-)
Un abrazo enorme.