La propuesta de aquella semana fue "Un cuento de hadas". Yo aproveché la ocasión y escribí un cuento de magos que fuera también un homenaje.
EL MAGO
—Eres un gamberro, Merlín.
—En absoluto, querida Circe.
—Lo eres. Solo a un grandísimo gamberro se le
ocurriría semejante jugarreta. ¿O es que acaso te aburres?
—Tal vez, sí, amiga mía, o… tal vez se trata solo
de ver cómo reaccionan los mortales…
—De eso estás sobradamente enterado, llevas
varios siglos observándolos.
—Es cierto, querida, aunque no tantos como tú, pero reconoce que es la
primera vez que se encuentran con algo de estas… características. Y que se
manifiesta de forma tan descarada, con tan poca discreción.
—Supongo que has pedido permiso al Supremo…
—¡Por supuesto! Jamás me atrevería a hacer algo
así sin su autorización.
—¿Y te la dio sin ponerte dificultades, sin
cuestionar la utilidad del experimento?
—Oh, bueno… ya sabes cómo es Él…
—Sí, ya sé cómo es…
—Preguntó, claro, quiso sabes qué me proponía
exactamente. Pero cuando le expuse mis intenciones… lo encontró divertido.
—Quién diría que tiene sentido del humor…
—Lo tiene… creo… O, tal vez, él también se aburre
a veces… La cuestión es que ver la reacción de los mortales ante un prodigio de
nuestra factoría le pareció lo bastante interesante como para permitírmelo.
—Y… ¿cómo va el experimento? ¿Cómo han
reaccionado?
—Están encantados, embelesados, asombrados,
fascinados, deslumbrados… No terminan de creérselo. Pero fíjate que, a pesar de
eso, a pesar de ser tan evidente que eso no es posible en su mundo, son tan
ingenuos —tan rematadamente ingenuos, diría yo—, que no sospechan nada.
—¿No sospechan? Entonces… son mucho más torpes de
lo que yo pensaba…
—Lo son. Están convencidos de que son trucos como
los del resto de sus magos, ya sabes, trucos de esos que se descubren ralentizando los movimientos, explicando la colocación previa de las cartas o
sacando las que llevan escondidas en la manga.
—Pobres mortales… No se enteran de la mitad de
las cosas que pasan a su alrededor. ¿A quién les enviaste, Merlín?
—A ese muchacho tan simpático, el de las gafas y
el pelo rizado, el que hace como que toca el violín…
—¿Juan?
—Sí, Juan, el hijo de Tamariz.
Qué grande paisana, tan grande como el mismísimo Juan Tamariz, Hechicero del Tercer Círculo... o más :)
ResponderEliminar¡Besos!
Paisano, ya sabes cuánto me gusta gustarte.
EliminarUn abrazo.
Divertido relato..tercer circulo...de que me sonará eso.
ResponderEliminarMas besos
Gracias por dejar tu comentario, Corenia.
EliminarPasa y ponte cómoda, estás en tu caja.
Un abrazo.