Para Rafa, que le ha gustado.
E LA NAVE VA...
El sistema de gravedad artificial falló cuando la teniente Vayiic se encontraba en la mitad del corredor XXV, camino del Núcleo.
—¡Dios mío! —exclamó al notar la fuerza que la lanzó de espaldas contra el techo en medio de la luz azul del pasillo— ¿Qué más puede fallar?
Giró sobre sí misma para alcanzar las abrazaderas que, a intervalos regulares, jalonaban el techo del pasadizo y siguió avanzando. No sabía a ciencia cierta por qué se dirigía al Núcleo. Tenía las mismas razones para ir allí que para ir, por ejemplo, a su camarote, tumbarse (bueno, mejor amarrarse, si el sistema de gravedad no se arreglaba espontáneamente) en la litera y continuar con la lectura de “Últimos avances en navegación intergaláctica” o para ir al vacío puente de mando, sentarse en el sillón del Comandante y extasiarse durante horas con la magnífica vista de las estrellas de Dánae. Pero se dirigía al Núcleo. Tal vez intuía (porque había dejado de pensar) que allí podía estar la solución, tal vez allí esperaba encontrar la respuesta a todas las preguntas que, desde hacía dos semanas, daban vueltas en su cabeza.
Todo había empezado cuando perdieron a Morzanh y a Tilmii. Los dos técnicos habían salido a hacer una revisión de rutina de los paneles de proa y, sin que nadie supiera explicarse la causa, el programa que controlaba la Adherencia de Superficie se colgó justo en el momento en que la nave aceleraba. El grito de terror de los dos hombres rasgó el aire del Centro de Control durante un segundo. Fue suficiente para que todos palidecieran imaginando sus cuerpos perdidos en el vacío, abandonados a una angustiosa muerte por asfixia.
Tres días más tarde, el Comandante quedaba atrapado en la Bodega del Nivel IV. Cuando consiguieron abrir la escotilla, encontraron su cuerpo tendido junto a los contenedores de Protox y convertido en una gelatina maloliente, como si estuviera sufriendo un proceso acelerado de putrefacción.
Esa misma noche perdieron el contacto con Géminis, la Tercera Estación. Por más que lo intentaron, no consiguieron ponerse en contacto con Taurus. Con Aries ni siquiera lo intentaron. Al día siguiente, una caída general de los Sistemas de Navegación Automáticos les obligó a rehacer los cálculos de la trayectoria y a utilizar los Sistemas de Navegación de Emergencia.
Al Comandante le siguieron Krishann y Goriet, abrasados por un escape radiactivo del V reactor y, finalmente, Asartizc, a quien la teniente Vayiic acababa de dejar en su camarote, caído en el suelo del cuarto de baño, hinchado como un odre y amoratado como si le hubieran estallado todas las venas.
El hallazgo del cuerpo sin vida de Asartizc había bloqueado su cerebro. Sólo quedaba ella.
Llegó a la entrada del Núcleo, apoyó la barbilla en el Lector de Iris y esperó a que se abriera la escotilla. Una vez dentro, se dirigió al centro de la sala y descendió hasta acomodarse en el sillón del Panel Central. A su alrededor, todos los pilotos del Ordenador Alfa parpadeaban correctamente. “Espero que tú no hayas fallado, Odiseo”, pensó mientras se abrochaba el cinturón que la mantendría sujeta al asiento.
Una pantalla de color azul se cuajó en el aire, a un metro de los ojos de la teniente Vayiic.
“Acabo de encontrar a Asartizc muerto en su camarote —tecleó—. Procura no estropearte ahora porque Asartizc era el único que sabía arreglarte”
En la pantalla apareció el icono redondo y amarillo de una sonrisa.
“Nos hemos quedado solos, Odiseo”, continuó, “Tú, yo, la nave y el inmenso mar de estrellas de ahí fuera”
La pantalla mostró una enorme boca de labios rojos.
“No se preocupe, teniente. Yo me encargo de todo”
Eres impresionante. Cada vez me sorprendes más.
ResponderEliminarUn relato inteligente y perfecto.
Besos.
Esos ojazos tuyos que me leen bien, Carmen.
EliminarAbrazo enorme.
Juro qué no me entusiasma la literatura galáctica, pero he leído este relato enganchaíta del todo, querida Visimov.
ResponderEliminarUn besazo.
Ays, Visimov...
EliminarEso me ha llegao, hermana...
Abrazo mú grande.
Qué maravilla de relato, Vichov. Nunca es tarde si la dicha es buena y esta ha sido buenísima. ;)
ResponderEliminarBesote.
Gracias, Cris, qué bien que haya sido dicha para ti.
EliminarUn abrazo, preciosa.
¡Qué gran "tenienta", Vichita! Y qué sangre más fría la de Odiseo, mientras no sea besado. Siempre me admiras.
ResponderEliminarBesitos.
Odiseo, pobre... estaba enamorado.
EliminarUn abrazo enorme, Rosa preciosa.