Foto tomada de arquehistoria.com
AMOR DE MADRE
Está a punto de amanecer cuando abandona el palacio por la puerta de las caballerizas, sigilosa, cubriéndose con una gruesa capa de paño oscuro y ocultando su rostro en las sombras de la capucha. Admila, la esclava tracia que ayuda al cocinero, la acompaña.
¿Qué no ha de hacer una madre por su hijo? Lo cría con mimo y con cuidado, sacrifica por él sus días y sus noches, se ocupa de que su educación esté a cargo de los mejores maestros, se entrega sin descanso a la tarea de ayudarle a seguir el plan más adecuado a sus aspiraciones, pelea como una loba contra los enemigos que se interponen en su camino... llega, incluso, a compartir su lecho para evitar que entren en él mujeres poco convenientes... Llega, en definitiva, a salir al amanecer furtivamente para estar en el mercado a buena hora, cuando los puestos acaban de abrirse y aún no ha llegado la multitud que poco más tarde abarrotará la plaza, para poder elegir con calma, para poder escoger, entre todos, los hongos más frescos, los más sabrosos, los hongos con los que preparar un suculento guiso al que nadie pueda resistirse: amanita oronja, champiñón, pimpinera morada, parasoles, senderuelas... y el sin par boletus edulis.
Ya de regreso, se ocupa de que los sirvientes los laven y sequen cuidadosamente y da instrucciones para la elaboración de las salsas que los acompañarán: para las lengua de gato ordena picar finamente unos canónigos frescos y tiernos y machacar dos anchoas en salazón y aliñar la mezcla con aceite de oliva hasta conseguir que quede untosa. Para los boletus hace rehogar lentamente una cebolla troceada y, cuando está dorada, indica que añadan leche y un poco de queso de oveja. Los champiñones tendrán suficiente con un sencillo sofrito de tocino y un chorro de vino blanco y las oronjas estarán deliciosas con la salsa de ajo, perejil y tomillo.
A la hora de la cena, reclinada en el triclinium, pedirá que traigan los hongos, se volverá hacia su esposo, el padrastro de su hijo, y le dirá:
—Pruébalos, Claudio. Me he ocupado yo misma de que estén a tu gusto.
Claudio, que tiene debilidad por los hongos, devorará un plato tras otro hasta que no quede ni rastro de boletus, de champiñones ni, por supuesto, de oronja.
Es lamentable que la oronja sea tan fatalmente parecida a la muscaria pero... ¿qué no hará Agripina, mater amantissima, por allanar el camino de su hijo Nerón hasta la cima del Imperio?
Un millón de micológicas gracias. Estás invitada (menos a amanitas).
ResponderEliminarUn besazo
Pedro
Vaya, creí que me darías gracias romanas...
Eliminar:-P
Aceptada la invitación.
Genio, queres un genio. Un día de estos te pido permiso para poner aquí la carta de Licinio. O el relato del traje nuevo.
Otro besazo para ti.
Mari, se te ha olvidado poner entre los latinajos el " Nihil Obstat", nuestro anterior restaurante favorito de aquí, de Madrí.
ResponderEliminar¿O era el Sursum corda?
No, mari, no se me ha olvidao. Lo que pasa es que no tenía ninguna receta para cocinar los nihil obstat ni los sursum corda.
EliminarY el restaurante era el "Ex libris", creo.
Genial VICHOFF, genial. Y las recetas también.
ResponderEliminarBesos grandes.
No te lo vas a creer, Carmen, pero este relatillo tuvo una tremenda labor de documentación. Me tuve que poner al día en el tema micológico y en el culinario.
EliminarNadie dijo que esto fuera fácil.
:-)
Gracias, preciosa.
Besos, muchos.
¿Las recetas son facilmente comestibles o indefectiblemente te llevan hasta otro reino? Lo de la pimpinera morada me ha dejado un poco traspuesta, ¿Será el aliño?
ResponderEliminarUn beso y buen provecho.
Las recetas son completamente inventadas, Rosa preciosa. Y las culpables son siempre las setas.
Eliminar:-)
Un beso.