Fondoarmario total. La musa sigue sin aparecer.
Imagen tomada de www.lasmejoresportadas.com
OLVIDO
Todo lo que toco se convierte en olvido. Me he
dado cuenta esta mañana, cuando fui a coger un libro de la estantería. Hace
quince días la vacié por completo, les di a las baldas una mano de reparador
(que ya les estaba haciendo falta) y limpié los libros uno a uno. Luego los
volví a colocar en su sitio, cada uno en el suyo, el mismo que ocupan hace
veinticinco años. Ningún problema en eso, me sabía de memoria el lugar que
ocupaba cada volumen y hubiera podido encontrar cualquiera de ellos con los
ojos vendados, guiándome sólo por el tacto y la memoria. La jubilación me trajo
muchas cosas buenas y la mejor de ellas es, sin duda, disponer de mucho tiempo
para lo que más me ha gustado siempre: la lectura. Y esta mañana quise releer
“O crime do padre Amaro”. Pero de pronto me encontré frente a la librería,
mirando los lomos perfectamente alineados y preguntándome dónde demonios estaba
el libro de Queiroz. Quise repasar mentalmente los títulos de cada estante pero
sólo conseguí recordar el segundo: Turgueniev, Dovstoievsky, Tolstoi, Chejov,
Flaubert y Zola. El resto...
Y en ese momento recordé que, la semana
pasada, había sacado mis viejos zapatos de cordón, tan cómodos, tan lustrosos y
como nuevos después de diez años, y me los puse para ir a comprar el pan y el
periódico. Pero no fui capaz de anudarlos.
Y también recordé que, hace unos días, mi hija
Celia llegó a casa con un bebé de cara redonda y ojos grandes. Era tan guapo
que no pude evitar sacarlo del cochecito, acunarlo y darle un beso. Luego le
pregunté:
—¿Y quién es este jovencito?
Mi hija me miró con una expresión que no supe
descifrar.
—Es tu nieto, papá —me contestó—. Se llama
Antonio, como tú.
Por eso esta tarde, cuando Matilde se ha
acercado a darme un beso, me he apartado bruscamente de ella.
—¡No! —he gritado— ¡Ni se te ocurra!
Creo que la he asustado. Tendré que
explicárselo. Tendré que decirle que, después de treinta años de amor, de
cariño, de compañía; después de haber pasado juntos tantas cosas buenas y
malas, después de haber tenido la inmensa suerte de tenerla conmigo todo este
tiempo, he decidido no volver a tocarla. Porque temo que, si la toco, ella también
se convierta en olvido.
¡Hermoso! Muy hermoso y real los olvidos perdonables. ¡Pobres familias!
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Rosa preciosa.
EliminarAfortunadamente, no he tenido ningún caso cerca, pero puedo imaginar cómo se sufre.
Un abrazo.
Dios mío... qué bien lo has contado, querida amiga...
ResponderEliminarBesos, reina.
Besos, reina de picas.
Eliminar"Bien contado"... Creo que es lo mejor que se puede decir de un relato. Gracias.
Abrazo enorme.
Alguien que ha escrito esta maravilla de relato no puede haber perdido la inspiración. Mira bien por todos los rincones, llama al hotel donde estuviste por las vacaciones de Semana Santa, pon un anuncio, pero encuentra a tus musas de una vez que tienes que volver a deleitarnos con nuevos escritos.
ResponderEliminarEntretanto, puedes echar mano del fondo del armario y sacar recuerdos como éste.
Un abrazo.
Gracias por todo, Josep.
EliminarHaré un cartel de "Se busca" a ver si consigo dar con ella.
Un abrazo muy grande, amigo.
ResponderEliminarQué maravilla, qué emotivo y qué precioso final. Se me han erizado la piel y sé que no se convertirá en olvido. Qué buena eres.
Besos y abrazos
Coincido con Josep, la inspiración nunca la has perdido, siempre que te has puesto a ello has hecho grandes cosas (alguna de ellas va a ser pronto un exitazo ;). Solo has de poder sentarte a escribir, pero eso... querida paisana... es otro tema.
ResponderEliminarBesos y abrazos.