PUNTO Y SEGUIDO
Cuando tiró del hilo de perlé notó una pequeña resistencia, miró y vio que el ovillo de angora se había enrollado en él. Levantó las agujas, deshizo la pequeña maraña y siguió contando: cuatro puntos del derecho, echar la hebra, un punto sin hacer, dos puntos juntos, pasar el punto sin hacer sobre el punto doble, echar la hebra, cuatro puntos del derecho…
Era una suerte tener aquel balcón orientado al oeste, ver el atardecer desde aquel sillón. Había apartado las cortinas para no perderse ni un minuto de la puesta de sol, la silueta de los cerros en el horizonte, el mar de nubes anaranjadas… Contaba, tejía, levantaba la vista, volvía a la labor.
A las cinco vueltas pasó a la angora y tejió cuatro pasadas de punto bobo: todo del derecho. A los quince dibujos menguó cinco puntos y montó cincuenta para empezar la manga: cuatro vueltas de angora, diez vueltas de dibujo, repetir cinco veces, cerrar los cincuenta puntos, continuar con el segundo delantero.
En poco tiempo tendría que encender la lámpara. Es lo malo del otoño, que anochece enseguida y las tardes se van sin sentir. Luego son muchas horas de oscuridad, muchas horas en las que ya no apetece hacer nada porque parece que en cualquier momento es hora de irse a la cama.
Ya tenía jersecitos de todos los colores: perlé azul con angora blanca, perlé blanco con angora blanca (ese le había quedado precioso, una labor digna de estar en el escaparate de “La cigüeña de París”), lana beige con puntilla de Velenciennes (para cuando empezara a refrescar), lana blanca con angora azul… Y ahora éste: perlé color marfil y angora blanca.
En la segunda ecografía les confirmaron que era niño. Antonio tenía muchas ganas de un varón y se alegró por él. A ella le daba lo mismo, lo importante era que todo fuera bien, que naciera sano.
Aumentar cinco puntos y seguir con cuatro vueltas de angora, cuatro dibujos completos y cuatro vueltas de punto bobo con el perlé. Menguar dos puntos para hacer los ojales, aumentarlos en la vuelta siguiente y trabajar cinco pasadas más.
Que naciera sano… Parecía sencillo, la mayoría de los embarazos transcurren sin problemas y terminan con un parto normal y un niño en brazos de su madre. Pero, sin que nadie hubiera podido darle una razón, el suyo pertenecía al porcentaje mínimo de los embarazos que se complican, que no llegan a término.
Hacer una cadeneta a lo largo del borde y, sobre ella, sacar ciento ochenta puntos para el canesú. Trabajar cuatro pasadas de angora a punto bobo menguando cinco puntos en cada vuelta. Quedan ciento sesenta puntos.
El sol estaba a punto de hundirse definitivamente en el horizonte, el cielo era una sinfonía en azul y naranja. Antonio estaba a punto de llegar. Él se lo había tomado con más calma, le decía lo mismo que el ginecólogo: que no habría problemas en sucesivos embarazos, que tendrían más hijos.
“Pero era mi niño…”, pensó.
Y siguió tejiendo como si todavía lo llevara en su vientre.
Ay Fefa.. se me ha puesto un nudo en la boca del estómago.. No sé hacer punto, mi madre nunca lo consiguió; pero se sustituye, por ejemplo, por un libro y la mirada al elevarse de él, en una ventana con gotas de lluvia..
ResponderEliminarBesos
Ays, Carmen...
ResponderEliminarQué bonito, Vichof, cómo me alegro de que le hayas hecho caso a Sole… Igual que a Carmen, este relato también me recuerda a mi madre. Ella siempre estaba tejiendo chaquetitas para bebes (para la familia, para regalar…) curiosamente mi hijo no tuvo ninguna porque sus ojos, cansados, ya no podían contar.
ResponderEliminarQué duro es perder un bebé, y qué pocos entienden el proceso que la mujer debe llevar para afrontarlo. Todas las ilusiones, el amor ya dado, los planes… Todo se desmorona, y, como cualquier pérdida, necesita un periodo de duelo. La mujer necesita percibirlo cerca, sentirse acompañada de él para poder despedirse.
Gracias por este texto tan emotivo por muchas causas.
Besos y abrazos.
Gracias a ti por leer, niña dulce.
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ResponderEliminarLo que impresiona es esta clase magistral de punto. Debes ser una experta en tales artes, Vichoff, porque ese conocimiento de causa no viene de documentarse en la Wikipedia.
:-)
Lo soy, don Sap. Aquí donde me ve, he tejido tantas cosas a lo largo de mi vida que he perdido la cuenta. Mi experiencia en jersecitos de bebé me viene de la canastilla (preciosa, por cierto) que hice para mi sobrino, el hijo de mi prima. Incluía también patucos a juego.
Eliminar:-)
Cienes.
¡Qué bonito, qué bonito!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado, fifilaplume, gracias por leer y por comentar.
EliminarUn abrazo.
Clase magistral de punto y de saber contar una historia emocionante. La vuelvo a leer y, como el primer día, se me vierte un lagrimón...
ResponderEliminarUn besazo!!!
Si te sigue emocionando es que no es del todo malo, María.
EliminarAbrazo enorme.
Muy cerca de mí acaba de pasar algo así, un acontecimiento que nos ha entristecido mucho. Recuerdo haber utilizado unas frases muy similares al hablar con el padre del niño, pero en tercera persona. ¿Por qué a ella? Muy bonito el relato. Felicidades, cielo.
ResponderEliminarUn beso!
No hay que buscar explicaciones a lo que no las tiene. Tengo la teoría de que estas cosas las rifan, como la lotería, y tocan, no hay que pensar más.
ResponderEliminarUn abrazo, preciosa, y gracias.
Un relato tejido con el amor de lo bien hecho y como siempre, unas vueltas de cadeneta para rematar y emocionar.
ResponderEliminarPrecioso. ¡Gracias amiga!
Gracias a ti, siempre, Rosa preciosa.
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