Una de las muchas caras de la maldad.
Imagen tomada de tt-sys.com
EL GALLO DEL CORRAL
Fue
fácil convencer a papá de que me dejara el coche. Como últimamente está tan
liado con el trabajo, saliendo de viaje casi a diario, casi no se dio cuenta de
la excusa tan tonta que le puse y cuando le pregunté si le importaría llevarse
el coche pequeño me miró distraído mientras guardaba unos calcetines en la
maleta y me dijo que sí, que sin problema. Estoy seguro de que ni siquiera me
oyó, tenía toda la pinta de estar pensando en cualquiera de los muchos
problemas que, según dice, tiene ahora, supongo que ahí se incluye la mujer con
la que me dijo Roberto que le vio el otro día almorzando en un restaurante del
centro.
A mamá…
pues lo de siempre: que me voy con los amigos, que cenaremos por ahí y
tomaremos unas copas, que no me espere levantada. Ha puesto cara de disgusto y
ha dicho que se irá a dormir a casa de la abuela, porque no le hace gracia quedarse
sola de noche, siempre está con el miedo a los ladrones y a esas bandas del
Este que asaltan chalets, y papá no vuelve hasta mañana, pero no ha conseguido
que me dieran remordimientos de conciencia.
Se van
a enterar el chulo ese del Borja y su panda de pijos. Ayer me contó Arturo que
las apuestas se han disparado, veinte a uno. Estos desgraciados no saben con
quién se juegan los cuartos, no saben lo que Carlitos es capaz de hacer sobre
todo cuando le retan. Tres o cuatro cubatas bien cargaditos, una rayita de ese
polvo tan bueno que tiene siempre el Chispas y vamos… me voy hasta Jaén a
doscientos. O hasta Málaga. Sin levantar el pie por muchos que vengan de frente.
Se van a enterar.
Creo
que esta es la última vez que me arriesgo a hacer el viaje de noche. Por mucho
café que tome, por muy alta que ponga la música, por mucho que intente animarme
pensando en que me espera Sofía, llega un momento en que el cansancio me vence
y temo quedarme dormido al volante.
Necesito
unas vacaciones. Son muchos meses con una tensión difícil de
aguantar, todo el día con la cabeza dando vueltas a los mismos problemas. Este
es un momento difícil para la empresa y desde arriba van apretando las tuercas.
Lo malo es que la presión, cuando llega a nuestro nivel, ya es inaguantable.
Y luego
está Sofía, claro… Hay que disimular, sobre todo, no tanto porque Merche no
vaya a creerse que tengo una cena de trabajo sino porque no note mi cara de
felicidad cuando vuelvo a casa después de estar con ella.
Y
Carlitos, que no sé a qué aspira pero que no da palo al agua y me temo que no
va a aprobar ni una. Se piensa que la Universidad es como el colegio y que va a poder
aprobar poniéndose a estudiar la víspera del examen, esa manía suya de creerse
más listo que nadie. Y esos amigos con los que va…
Lo
cierto es que, entre unas cosas y otras, llevo unos meses que, en vez de vivir,
lo que hago es sobrevivir como puedo. Como si mi vida fuera un coche y lo
estuviera conduciendo en automático. Por cierto… ¿para qué me dijo Carlitos que
quería el Audi?
—Cada
día lo llevo peor —dijo el cabo de la Guardia Civil mirando hacia los dos coches,
mortalmente abrazados en choque frontal— ¿Qué tienen en la cabeza estos
gilipollas?
Un
número se acercó con dos tarjetas en la mano.
—Mire,
mi cabo—, dijo, y le mostró los dos carnets de identidad mientras alumbraba con
la linterna.
El cabo
se inclinó un poco para leer mejor, miró primero los apellidos de un carnet,
luego los del otro, luego la dirección, que era la misma en ambos, y, por último, la foto del primero y la del segundo.
Clavó la vista en uno de ellos.
—Hijo
de puta —murmuró—… acaba de dejar viuda a su madre…
Un relato estupendo. Un final trágico que se adivina desde el principio, pero que no resta ni un ápice el interes de seguir leyendo el relato.
ResponderEliminarBesos
Gracias, Lana, por la visita y por el comentario.
EliminarEstás en tu caja.
Un abrazo.
Un profesor de la universidad nos decía que hay que conducir como si el del coche de delante fuera nuestro padre y la que conduce el de atrás nuestra madre, que habría muchos menos accidentes. Tu relato, paisana, es una vuelta de tuerca escalofriante a ese consejo. Impactante como un choque de automóviles. Un besazo.
ResponderEliminarOtro besazo para ti, paisa.
EliminarMe encanta lo de la vuelta de tuerca.
Vidas paralelas pero que, al contrario de las líneas geométricas, acaban encontrándose en un mismo trágico destino final.
ResponderEliminarMe ha encantado el relato.
Un abrazo.
Gracias, Josep.
EliminarYa sabes que me encanta verte por aquí.
Un abrazo, amigo.