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viernes, 27 de junio de 2014

UNA DE PIRATAS


Extraído del fondo del armario (aunque habría que decir, en propiedad, del fondo del cofre del pirata) un fragmento de una "obra" colectiva de los tiempos remotos. Tal vez no se entienda muy bien fuera del conjunto pero puede servir como divertimento.





Imagen tomada de alladodeunrio.blogspot.com




CARTAS AL VIRREY, VV.AA.
(Fragmento)


Al pirata Barbaznôrt (a bordo del “MiToñimiVanessa”, en Puerto Maldito)

Mi recordado amigo: supongo que la sorpresa que os ha producido la llegada de esta carta es de tal calibre que aún tendréis la boca abierta y la faz acartonada. Lo comprendo, mas cerradla ya y leed con atención pues lo que voy a contaros es de gran interés para vos, para mí y... para mucha gente. Debe de serlo, estaréis pensando, para que, después de veinte años, me decida a romper la promesa que nos hicimos el día que, clandestinamente, partisteis de Palos de Moguer (ya veis, como el Almirante... aunque aquella noche vos podíais parecer cualquier cosa menos un almirante de Castilla y yo... yo debía parecer un alma en pena, tan grande era el dolor que me producía veros partir) para dedicaros a la piratería.  Y sí: la rompo, mi amigo. Porque la Providencia, en forma de ataque inesperado a las colonias portuguesas, me brinda en estos momentos la oportunidad de zanjar un asunto que, desde hace veinte años, me quita el sueño. Y es que, mi amigo, debéis saber que, desde que partisteis, no he dejado de pensar en vos ni un solo día, atormentada por la idea de que, en cualquier momento, podría llegarme la noticia de que estabais prisionero o malherido o (lo que hubiera sido terrible) muerto (cosas todas ellas muy probables teniendo en cuenta que sois un prófugo de la Justicia y que frecuentáis procelosas aguas infestadas de piratas y tiburones). Pero el destino ha querido que las cosas ocurran de tal modo que tengamos la suerte a nuestro favor. Como os decía, en estos momentos franceses, españoles y holandeses están atacando las colonias portuguesas del sur de América. El Virrey de Brazil, Tony Jobim, ante la indiferencia de la metrópoli y la neutralidad inglesa, ha solicitado mi ayuda. Se la he ofrecido sin dudarlo pero, como comprenderéis, mi flota sola, con ser numerosa, no está preparada ni basta para contener un ataque de tamaña magnitud de modo que... ¡Sí, querido! ¡Me habéis adivinado el pensamiento! ¡Vos y vuestros barcos! ¡Vos y vuestros temibles piratas! Unidos a los míos y a las fuerzas del Virrey... ¿qué no lograrían? Naturalmente, la colaboración sería debidamente recompensada: el Virrey me ha asegurado que, de conseguir la independencia de la colonia... ¡os ofrecería asilo, ciudadanía y un hermoso rincón de sus tierras para que os establecierais!

¿Os dais cuenta, Barbaznôrt, de lo que eso significa? Significa la paz, la normalidad, el retiro de esa vida loca que lleváis y que tanto me hace sufrir. Porque... no iréis a decirme que eso del pirateo os gusta, ¿verdad? Yo reconozco que tiene su aquel, su encanto innegable (el riesgo, la aventura, la vida marinera... hasta a mí podría tentarme) pero... eso está bien cuando uno es un joven vigoroso y no se le pone nada por delante pero cuando uno tiene sus añitos, las fuerzas no son lo que eran y el reuma ataca sin piedad... en ese caso, mi amigo, opino que no hay nada mejor que una soleada playa, una hamaca, una caipiriña primorosamente preparada y una garota que mueva sus caderas a ritmo de samba. Siempre será mejor que acabar de tropezón en la sopa de un Carcharodon Carcharias o colgado del palo mayor de una nave francesa. ¿Pensáis lo mismo?

Brazil, según me cuenta el Virrey, es un país de belleza impresionante y sus mujeres... Seré discreta y no entraré en detalles respecto a sus mujeres pero estoy por asegurar que no tienen nada que envidiar a las bellezas naturales de la región.

¿Os lo imagináis, Barbaznôrt? Una playa de arena dorada, una mansión que os construiréis con los botines obtenidos durante estos años y con la recompensa del Virrey, mujeres hermosas... Tendréis por fin tiempo para dedicaros a lo que más os gustaba: el ensayo crítico. Incluso podrías acabar el libro que comenzasteis en vuestra juventud. ¿Cómo se llamaba? Ah, sí, ya recuerdo: “Introspección crítica y Weltanshauung o ¿Por qué el mundo es así?” Una gran obra que merece ser acabada, sin duda.

Espero impaciente vuestra respuesta, querido Barbaznôrt y más impaciente aún el momento de volver a veros.

Desde el otro lado del océano os abraza


Alina (Condesa Vichoff)

viernes, 13 de junio de 2014

LECCIÓN DE GASTRONOMÍA



Los amantes de la carne estarán de acuerdo.





(Foto tomada de www.tienda.alicex.es)




LO MÁS IMPORTANTE


—Lo más importante en la carne, hijo mío, es el punto.

Al oír el tono en que su padre había pronunciado la frase, el muchacho asintió, enderezó la espalda y puso el gesto serio del alumno aplicado que atiende a las explicaciones del maestro sin perder un detalle.

—Y, para conseguir el punto, lo más importante es un buen fuego…

Se fijó en la leña que su padre estaba poniendo bajo la parrilla. Había seleccionado un buen manojo de tallos delgados, fibrosos y completamente secos y los colocaba, uno a uno, levantando una pequeña pirámide. Recordaba haberlos visto días antes, puestos a secar al sol sobre las piedras planas del arroyo.

—…porque un buen fuego nos dará el calor necesario, intenso y rápido…

La pieza de carne llevaba varios enterrada en un hoyo, a una profundidad en la que la tierra mantenía cierto frescor, cuidadosamente envuelta en hojas de bananera y atada con una cuerda de esparto. También había escuchado con atención la explicación de esa espera: la carne no puede consumirse recién matada, resulta dura como la piel del rinoceronte. De hecho, el momento en que está más tierna es justo antes de que empiece a descomponerse.

—…que necesitamos para que la carne se haga enseguida por fuera, se cierre y no pierda sus jugos…

Aquella pieza tenía todo el aspecto de estar a punto de hacerlo. Su color era rojo muy oscuro, la grasa empezaba a amarillear y sus bordes casi negros parecían el preámbulo de la putrefacción. Su padre prendió la yesca que había colocado debajo de la leña y, casi enseguida, el fuego alcanzó los tallos secos.

—…y, de este modo, conseguir una cubierta crujiente y un interior tierno y lleno de sabor…

Mientras la hoguera progresaba, su padre troceó cuidadosamente la carne con el machete y cuando el fuego se consumió y las ramas quedaron convertidas en brasas ardientes, puso los pedazos sobre la parrilla.

—…¡y muy nutritivo!

La grasa chisporroteó un buen rato, su padre dio la vuelta a los trozos de carne y, cuando todos sus lados estuvieron bien tostados, ensartó uno con el tenedor y lo colocó en su plato.

—Ten cuidado, no te vayas a quemar —le sonrió.

Esperó unos segundos, mientras su padre se servía también y se sentaba frente a él con gesto de satisfacción.

—Tiene buen aspecto, ¿verdad?

Asintió. El olor de la carne era apetitoso y no resistió la tentación de probarla aunque sabía que no se había enfriado aún. Se quemó los dedos, sopló y dio el primer mordisco. Movió el bocado con la lengua para enfriarlo y empezó a notar su sabor, su textura, la facilidad con que se dejaba triturar por sus muelas hasta convertirse en una pasta deliciosa y tierna.

—¿Qué tal está? —preguntó su padre con mirada cómplice.

Tragó y se relamió antes de contestar.

—Buenísima, padre, este blanco está mucho más tierno que el del mes pasado.

martes, 3 de junio de 2014

LA BUENA MEMORIA (II)

Para Paloma Navarro, a quien hace tiempo prometí contarle lo que ellos piensan de ella y solo cumplí en formato breve.


(Imagen tomada de www.depeces.com)

RECUERDOS


Hay un momento del día que es el que más nos gusta a Yan y a mí. Tiene lugar alrededor de las once y sabemos que está a punto de llegar porque Paloma, de pronto, da un brinco en el sofá, apaga el televisor (o cierra el libro), se levanta y sale del salón. Entonces la sentimos trajinar por toda la casa, del salón al dormitorio, del dormitorio al baño, del baño al recibidor, del recibidor a la cocina, para terminar el recorrido donde lo empezó, en el salón, asegurándose de que las cortinas están echadas y de que no queda ninguna luz encendida. Justo antes de apagar la nuestra, nos mira, sonríe, y nos desea buenas noches. 
Y es entonces cuando Yan y yo nos vamos a nuestro rincón favorito y, relajados y satisfechos, charlamos un rato antes de dormir. Puesto que la vida que llevamos es tranquila y sin sobresaltos, nuestro principal tema de conversación suelen ser los recuerdos: el transcurso de nuestra existencia, nuestras experiencias, lo que nos ha ocurrido hasta que hemos llegado aquí. De nuestra infancia, por ejemplo, ni Yan ni yo recordamos gran cosa, tan solo una sensación de amplitud que a veces resultaba agradable pero otras, la mayoría, muy inquietante. Dado que, además, no tenemos padres a los que echar de menos, nunca hemos lamentado haberla dejado atrás. Un poco más nítido es el recuerdo de lo que hemos dado en llamar “La época de los pequeños viajes”. Fue un tiempo, corto en comparación con otras etapas de nuestra vida pero rico en acontecimientos, en que el destino nos llevó de un lugar a otro sin que pareciera que ninguno de ellos fuera el definitivo. Viajamos por medio mundo, hicimos amigos tan fugaces como breve era nuestra estancia, y con cada nuevo desplazamiento nos preguntábamos qué futuro tendría preparado Maui para nosotros. En los momentos de más incertidumbre, lo invocábamos, rogándole que nos procurara una vida tranquila, sin enemigos, junto a alguien amable.
Todo parece indicar que nuestras peticiones llegaron hasta él porque, tras un largo viaje, fuimos a dar con nuestro esqueleto al inmenso habitáculo de la tienda del Jardín Zoológico y allí, al poco tiempo, nos encontró Paloma.
Paloma también es un tema habitual en nuestras conversaciones. Desde que nos descubrió y nos miró con sus hermosos ojos, abiertos por el asombro, se convirtió en el centro de nuestras vidas. Supimos que nos había escogido y que Maui había escuchado nuestras oraciones. Nunca habríamos podido imaginar algo mejor que vivir con ella. Más que quereros, nos adora; más que cuidarnos, nos mima. Es como una adorable hermana mayor, siempre pendiente de nosotros. Mantiene nuestro entorno limpio y a la temperatura adecuada, nos habla todos los días y nos alimenta con larvas de mosquito, camarones y lombrices Tubifex. ¿Qué más podemos pedir? Así que no me extraña que la frase favorita de Yan sea “Hemos tenido mucha suerte, Yin”.
Para corresponder a sus cuidados, nosotros procuramos mostrarnos felices cuando se acerca. Gesticulamos, agitamos las aletas y hacemos piruetas para que vea nuestro contento. Y, sobre todo, cada noche recordamos con gratitud el momento en que decidió quedarse con nosotros.

Ahora que lo pienso… ¿a quién se le ocurriría esa tontería de los nueve segundos?




domingo, 1 de junio de 2014

SOMBRA DE OJOS

No soy amiga de escribir sobre ciertos temas pero, a veces, también caigo en la tentación. 



(Foto de Victoria Stutz en mirartegaleria.com)



SOMBRA DE OJOS

No tenía especial habilidad para maquillarse y siempre había envidiado la facilidad con que sus amigas conseguían verse espléndidas con solo un trazo de eye liner, unos toques de color en las mejillas y un poco de brillo en los labios. A ella la raya se le torcía o le salía demasiado gruesa, el colorete le quedaba asimétrico y en veinte años no había encontrado un rouge que la favoreciera.
Pero aquella noche no podía fallar.  La cena era muy importante para su marido y ella tenía que bordar el papel de esposa perfecta.
Miró largo rato la caja de sombras de ojos.

Se decidió por el color malva.  Era el que mejor disimularía el hematoma de su ojo derecho.